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Waits sale de la caverna

Miércoles, 2 de noviembre 2011, 14:30

Tom Waits regresa. La máquina de huesos volvió al estudio para pergeñar Bad as me, siete años después de registrar su último trabajo Real gone. Nada cambia en la obra de Waits, forjada en connivencia con su esposa, productora de todos sus discos desde 1980 y asistente en la composición de algunos de sus temas Kathleen Brennan. El músico californiano (Pomona, 7 de diciembre de 1949) ha facturado 13 cortes que beben de las fuentes sobre lo que ha consolidado una carrera de casi 40 años y 24 trabajos publicados: jazz, blues, folk...

Waits habla sin parar, cuando lo hace, que no suele ocurrir mucho, sobre una obra más accesible, más ligera: "Hay menos flema y hay menos humo en la habitación", confesaba hace poco a New York Times. Puede ser cierto, pero desde Chicago, tema que abre el disco, hasta New year’s eve que lo cierra, uno recrea constantemente esas atmósferas tan vinculadas al cantante, se imagina en una de esas novelas beat de Kerouac, sentado al final de una barra embargada por la melódica áspera de éste trovador de voz aguardentosa mientras apura la penúltima copa. O mejor, se recrea a sí mismo acodado junto al propio Waits en la icónica imagen del arte de portada de su Nighthawks at the diner (1975).

La poliédrica personalidad artística de Waits ha hecho que sus siete años de silencio no hayan estado ocupados por el vacío. Entre medias ha editado dos trabajos: el faraónico Orphans: brawlers, bawlers & bastards, una colección de temas descartados, composiciones para bandas sonoras y grabaciones inéditas, y ha publicado el directo Glitter and doom live. Además, ha tenido la posibilidad de desarrollar su carrera paralela como actor, ya sea interpretándose a sí mismo en El tigre y la nieve de Roberto Benigni o al diablo en El imaginario del Doctor Parnassus, de Terry Gilliam.

Ahora ha sentido la inquietud de volver al estudio, de volver a quebrar su garganta en una cadena de cortes en los que ejerce de cronista de la actualidad como en Talking at the some time (Pagaremos la fianza de los millonarios, ellos se quedarán la fruta, nosotros las cáscaras) o, simplemente, rebaja la tensión y canta en un dueto de voces abrasadas con Keith Richards, a la historia de un árbol. Sí, algo tan fútil: "El otoño se llevó el resto, pero no me va a llevar", canta desgarrador.

Citado Richards, el Rolling Stone es una personalidad destacada dentro de Bad as me. El guitarrista comparte la fuerza vocal de Last leaf, pero esa no es su única contribución a la obra. Sus reconocibles acordes suenan cáusticamente durante los cuatro minutos que suena Satiesfied, una canción emparentada por Waits en el mensaje con el mítico Satisfaction de los Stones. Tan emparentada, que hasta esconde un guiño para ellos: "Mr. Jagger, Mr. Richards, me rascaré cuando me pique, tendré satisfacción antes de palmarla".

La relación de Waits y Richards nació de la más espontánea casualidad hace 25 años. El cantante se había mudado a Nueva York mientras su banda continuó en Los Ángeles. Entonces, su mujer le preguntó a qué músico del mundo le gustaría tener a su lado para la grabación de Rain dogs. Él, fanático de los Stones, confesó que a Richards. "Al cabo de dos semanas Keith me mandó un mensaje: La espera ha terminado. Tiempo de bailar. Keith. Y entonces llegó él con su ayudante, y traían como setecientas guitarras y trescientos amplificadores. ¿Qué si me intimidó? Absolutamente", retrataba Waits en el libro Conversaciones.

Richards no es el único músico que le arropa en Bad as me. Waits decidió cruzar la frontera con México para la profunda Back in the crowd, y para mimetizarse con el entorno que quería recrear y reclutó a la guitarra de David Hidalgo de Los Lobos. También ha encerrado en el estudio al veterano teclista tejano Augie Meyers, o cuenta con la inclasificable colaboración de Flea, el excéntrico bajista de los Red Hot Chili Peppers en Raised right men. Y por supuesto, Marc Ribot. El guitarrista de New Jersey llegó para quedarse con Rain dogs. Y su guitarra está presente, casi tan ardiente como la voz del amo, en todo el disco. Desde ese apabullante arranque repleto de saturación y sección de vientos que es Chicago, un canto de reconocimiento a los pioneros que establecieron su campo de actividad musical en la ciudad del medio oeste en la década de 1940.

Siete años después ha vuelto Tom Waits rebajado en las formas, pero no en el fondo. Tal vez su música haya minimizado su rudeza, se haya acomodado a los estándares, pero su fiereza lírica sigue incontrolable. Un trabajo a la medida de un personaje adorado por sus compañeros de gremio, pero que levanta debates entre el público.

Bad as me ya está en el mercado, aunque de momento Waits no ha mostrado intenciones de llevarlo a la carretera. Justo en el lugar del que él no ha tenido descanso en estos siete años de silencio en el estudio. Una obra menos experimental, pero que cuenta con toda la genética del personaje.

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