Vistalegre y Canarias, vientos de ruptura
La poco sorprendente derrota de Iñigo Errejón en las votaciones de Vistalegre II abre numerosos interrogantes. Las cosas ya no serán igual para Podemos, cuyo núcleo dirigente se va pareciendo cada vez menos al inicial, al de la anterior cita asamblearia. Ya no están Juan Carlos Monedero (aunque sigue ejerciendo una gran influencia) ni la voluntariamente apartada Carolina Bescansa y tienen un papel mucho más relevante Pablo Echenique, Rafael Mayoral e Irene Montero. Y tampoco se mantiene su capacidad original para atraer a muy distintos sectores sociales. Las dudas no son tanto para el politólogo que, con evidente riesgo para su futuro político, se atrevió a retar al gran líder. Ya sufrió en su momento pena de linchamiento tuitero (#IñigoAsíNo) por parte de la muy organizada y activa tropa podemita oficial. Tras su fracasado reto, será penado a galeras, es decir, a caer de la primera línea decisoria del circular partido morado. Por mucho que reclame pluralidad y que represente a un tercio de la organización y, seguramente, a un porcentaje mucho más alto de los hasta ahora votantes. Los contundentes datos de Vistalegre sobre todo obligan a pensar cuál será el futuro a corto, medio y largo plazo de la organización que eclosionó en las europeas de 2014 y que continuó creciendo en las autonómicas y las generales de mayo y diciembre de 2015, hasta su retroceso en las generales de junio de 2016. Condicionado, en mi opinión, por los espectáculos parlamentarios de Pablo Iglesias, su soberbia composición/presentación de un Gobierno imposible que pretendió imponer a Pedro Sánchez y su rechazo a un Ejecutivo con el PSOE; cierto que en la otra orilla, la socialista, los barones también hicieron su denodado trabajo de demolición para impedir cualquier tipo de entendimiento. Siempre nos quedará Portugal.
IU. En el retroceso influye también la unidad electoral con Izquierda Unida, no compartida por una parte de un electorado transversal y no exclusivamente izquierdista; ni, tampoco, por significativos sectores de IU que no pudieron digerir la alianza con una organización que quería, de forma poco o nada disimulada, fagocitarlos. Además, el votante moderado de Podemos, procedente en algunos casos del PP o de la casi extinta UPyD, disponía ya de una formación emergente de derechas, el Ciudadanos de Albert Rivera, ajeno, de momento, a los abundantes episodios de corrupción que han afectado al PP; y con algunas concepciones menos escleróticas de la sociedad y de la política. Uno de los valores de Podemos, representar lo nuevo frente a lo viejo, es cuestionado por la extensión de los naranjas, competidores en ese aspecto aunque muy distanciados ideológicamente. Esa sensación de frescura y novedad les ayudó mucho, junto a una inteligente utilización de la televisión y un amplio dominio de las redes sociales, para su surgimiento y consolidación. También el uso de un lenguaje propio. Sencillo, simple, capaz de llegar a todas las almas más allá de su formación, su ideología o su status social: la casta (ya utilizado en Italia por Beppe Grillo y el Movimiento 5 Estrellas), el miedo que cambia de bando, la gente, los de arriba y los de abajo Posibilitando delimitar claramente la frontera entre ‘nosotros’, los buenos, decentes e inmaculados, y ‘los otros’ malignos, corruptos y equivocados. Entre los merecedores de alcanzar el empoderado cielo y los condenados a penar eternamente en el infierno. La reflexión de R. Jay Lifton (Thought Reform and The Psychology of Totalism) sobre los populismos es válida para el caso que nos ocupa: «El mundo es claramente dividido entre puros e impuros, entre el bien absoluto y el más absoluto mal. El bien y la pureza son, por supuesto, aquellas ideas, sentimientos y acciones que son consistentes con la ideología y política totalistas, lo demás debe ser relegado al mal y la impureza...». Pero cuando ya se da el salto de las ocupadas plazas al partido -con sus altos tonos de verticalidad y centralismo, con su hiperliderazgo-, cuando se margulla en la política real y en las instituciones, no basta con agarrarse a lemas ni a frases ingeniosas. Hacen falta concreciones prácticas que incidan en la mejora de la vida de la gente, no solo proclamas para cuando se alcance el cielo. Tampoco vale prometer una victoria que, lo saben, es hoy mucho más difícil e improbable que hace dos años. Además, con el triunfo de las tesis de Iglesias el entendimiento con el PSOE se torna prácticamente imposible; las posibilidades de un Gobierno alternativo al del PP, también. Los conservadores pueden tener una prolongada estancia en el poder.
canarias. En España y en Canarias, la adoración interna a Iglesias choca con su baja valoración entre el conjunto de la ciudadanía. Su clara victoria elimina cualquier tipo de ambigüedades y acerca mucho más a Podemos a la anterior IU. Y esto tiene sus ventajas, ofrecer un mensaje más cohesionado y duro, pero también el inconveniente de alejarle de una parte de su actual electorado e impedirle captar nuevos apoyos. Le separa, también, de algunos de los actuales aliados, como Compromís o la gente de Ada Colau, más cercanos a los errejonistas. ¿Qué consecuencias tendrá Vistalegre en el caso canario? Mi impresión es que lo que allí ocurrió se convierte en un catalizador que acelerará la ruptura de Podemos en las Islas. Los ganadores son poco proclives a las dobles militancias y tienen un fuerte peso de la vieja izquierda y sus viejos estilos. Su triunfo les hace más fuertes frente a sus enemigos de Sí Se Puede. Una vez eliminado Brito de la escena institucional, la siguiente batalla puede ser más global, en más territorios insulares e igual de cruenta. No creo que, ni unos ni otros, esperen a las próximas elecciones. No es adecuado aparecer pidiendo el voto ante la ciudadanía en medio de una guerra interna entre distintas e irreconciliables facciones. Los desgarradores procesos se producirán, muy probablemente, antes; y el grado de unidad alcanzado en la formación morada será mucho menor en las autonómicas y locales de mayo de 2019. Y, asimismo, serán significativos sus efectos en las urnas y, consecuentemente, en la representatividad.