Más de 20.000 personas llenaron este martes Agaete para celebrar la fiesta de La Rama 2015, con una de las bajadas más lentas que recuerdan los lugareños. Quizás, decían, «porque la gente quiere disfrutarla al máximo». En la estrechez de calles como la de Guayarmina, epicentro del baile, se dio cuenta de ello.
La Rama de Agaete se desarrolló este martes tal y como mandan los cánones. El pueblo se llenó de visitantes, de familias y de amigos, de turistas llegados de los sitios más exóticos, de culetos de dentro y de fuera... Más de 20.000 personas según el Ayuntamiento de la Villa acudieron desde bien temprano a la llamada de la fiesta de Las Nieves y al baile que sólo es posible gracias a la música que ponen las bandas de Guayedra, de Agaete y de Las Nieves. Todas ellas tienen su papel y van marcando su propio y característico ritmo a la Bajada de La Rama.
Este martes, quizás, ese ritmo fue por momentos lento, pero no un problema. Al contrario, ese ritmo particular dio más tiempo de baile, de música y de jolgorio. Todo empezó oficialmente a las cinco de la mañana de este martes para algunos mucho antes con el volador que dio pie a la Banda de Guayedra a comenzar la fiesta, a la Diana y el baile. Luego, a las diez de la mañana y tras el correspondiente descanso y caldo, vuelta a empezar. El volador de La Rama sonó para, sin ramas, como manda la tradición, bailar La Rama en torno a la iglesia de La Concepción. Luego la subida, pausada pero vibrante, llevó a los miles de asistentes hasta el callejón de La Rama donde se debe coger la rama, y no antes, cuando ya la música de la Banda de Agaete atruena por El Calvario. De ahí la sorpresa de muchos foráneos al constatar que no hubo ramas disponibles hasta por lo menos las once y media de la mañana. Y aún así, para muchos habitantes de Agaete, como Francisco Ramos, fue pronto. «La gente ya baja con las ramas y esa no es la tradición. Yo me crié en el callejón de La Rama y lo sé. Hay que esperar y seguir la tradición y costumbre». Y no fue hasta la una y media de la tarde cuando La Rama comenzó a enfilar la calle Guayarmina, a oírse la música en las cuatro esquinas, a verse ramas bailando, los papagüevos, los rameros. Y así, horas y horas.