Una hoja de ruta sin derecho a réplicas, sin tirón ni convocatoria
El carro del pesimismo, ese eufemismo revanchista con el que Sergio Lobera cataloga a los descreídos, tiene quien tire de él. Un vistazo, no muy esmerado, sobre el plástico gris del Gran Canaria ofrece un panorama tan desolador como el de la familia Panero en El desencanto de Chávarri.
Es tan clarificadora como estremecedora la ausencia de fe en un proyecto que nadie podrá negar que se ajusta a la planificación. Por un lado, es ciertamente irreprochable el currículo competitivo de Las Palmas hasta la fecha; buena parte de ese sustento avalado por la impericia del perseguidor más notable, la Ponferradina de Samuel San José, Yuri y Roberto Santamaría.
Pero el fútbol tiene muchas más verdades de las que cuenta la clasificación. Juan Manuel Rodríguez fue desposeído de su cargo a la extinción del contrato que le ligaba al club el pasado 30 de junio. Había en el hecho una exigencia ineludible para su sustituto, en este caso Sergio Lobera. No solo valía con ganar y promocionar alto; también se debía traer al frente los valores futbolísticos que, dice la leyenda, hicieron reconocible toda la vida a Las Palmas en el contexto nacional.
A saber, fútbol de vocación constructiva. Tan atractivo que volviera a poblar las gradas de un Estadio de Gran Canaria, por lo común asociado a la infamia.
Y esa nota a pie de página no se ha cumplido. Las Palmas está donde se le pidió. Pero en el penúltimo partido en su morada del ejercicio, con retos tan ambiciosos como un ascenso a Primera División por culminar, el grupo de Sergio Lobera no tuvo poder de convocatoria. Y salvo días de entradas sin precio, siempre ha sido así.
Se han confundido muchos parámetros. Esta semana, Pignol, un tipo de un valor extraordinario en la vida interna de cualquier vestuario, señalaba que «es increíble lo que hemos conseguido». Esa autosuficiencia, la asunción general del deber cumplido, resulta desviada cuando una de las plantillas más notables y uno de los presupuestos más gruesos de la categoría, hoy, con solo tres jornadas para culminar la temporada regular, todavía no ha hollado ninguna cumbre.
Las Palmas, en especial algunos protagonistas relevantes de su actividad diaria, corren el riesgo de rebasar la frontera accesible del populismo. La idealización del que todavía no ha hecho nada relevante en su carrera es un arma de doble filo. El aplauso de unos pocos, que evita poner el foco en los más de 20.000 a los que esta Unión Deportiva no termina de entusiasmar.