Una carrera para volar
Volver de nuevo con un mismo tema en tan corto espacio de tiempo puede parecer, a mas de reiterativo, algo ya sin interés; sin embargo, se trata de un ámbito, de una actividad, que dentro de cien ó doscientos años, al igual que hoy nos ocurre cuando leemos sobre usos y costumbres de siglos atrás, como pueden ser los que recoge el cronista Domingo J. Navarro en sus Recuerdos de un noventón, se destacará como uno de los fenómenos más característicos de la sociedad isleña actual, como uno de los rasgos más característicos de su identidad social y de sus gustos deportivos y de ocio habituales, algo que pudimos apreciar ampliamente el pasado 1º de mayo en la multitudinaria XI Media Maratón del Macan a través de un singular y atractivo entorno junto a las pistas de la Base Aérea y la bellísima Bahía de Gando. En Gando, en esta ya consolidada y esperada Media Maratón Macan y carreras complementarias, pudimos encontrarnos con una prueba en la que, como sugiere su eslogan, «no corres, vuelas», una carrera para volar, pero no sólo con las marcas y records de vértigo que años tras año, y también en la presente edición, consiguen destacados corredores, sino con los sueños, con las ilusiones, con la alegría que señaló y resaltó, una vez más, a una prueba deportiva donde el compañerismo, el compartir, el deseo de todos por ayudar y apoyar a los demás participantes para que al final la meta fuera de cuantos habían iniciado la carrera, fue la tónica general y la seña de identidad de un ya esperado encuentro deportivo y festivo con el que, ahora, ya se sueña en una nueva edición, y esto, no lo dude nadie, porque se trata de una actividad que hoy constituye un capítulo ineludible para todo aquello que conforma el ser y sentir de la sociedad actual. En Gando pudimos apreciar que allí todos eran verdaderos participantes, se fuera corredor, organizador, familiar o público en general. Si emotivo fue el buen ambiente que se respiraba desde primeras horas de la mañana, cuando corredores, junto a sus familiares, amigos y acompañantes, se incorporaban al área de salida de la carrera junto a las aguas radiantes de aquella histórica bahía, que el mismo Cristóbal Colón parece que no quiso perderse hace más de cinco siglos, y atractivo fue el observar la voluntad y entrega absoluta con que todos los corredores afrontaron una prueba magníficamente organizada y atendida por el Macan en todos los múltiples y complejos detalles que exige esta actividad deportiva de masas, sugestivo fue pasar por lugares tan históricos como la misma entrada de la Torre de Gando ó el recinto del Lazareto que a finales del siglo XIX diseñara el propio Juan de León y Castillo, cuyo torreón, ubicado en el centro del recinto a modo de vigilante panóptico, se divisaba sugestivo, elegante y misterioso desde lejos, desde muy diversos puntos del trazado de la carrera, que discurría también entre una frondosa, bien cuidada y característica flora de la costa insular. Nuevamente los aspectos socio-culturales se aunaban elocuente y significativamente a los deportivos en este orbe de las carreras. Media Maratón para volar con las esperanzas más nobles y legítimas de una isla que ha encontrado en las carreras un sendero donde podrá encontrarse consigo misma de forma eficaz y fructífera.