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Un mundo para Gara

"Todas las semanas conocemos varios casos de asesinatos de mujeres en España a manos de sus parejas o exparejas. Y nos preguntamos qué hacer y por qué ocurre. No son desequilibrados ni enfermos".

Miércoles, 8 de marzo 2017, 00:00

Un mundo mejor para Gara. Y para Andrea, Laura, Tamia, Carmela o Yaiza. Un mundo en libertad y en igualdad plena. En el que puedan desarrollar ampliamente sus aspiraciones profesionales y personales. En el que ninguna meta les sea vetada por su condición de mujeres. En el que puedan pasear por la calle sin sentirse menospreciadas y agredidas. A la hora que sea. Sin miedos. Un mundo en el que sus parejas o ex parejas no determinen sus espacios y sus tiempos, no condicionen sus amistades o su manera de vestir. Ni pongan en riesgo su integridad física o sus vidas. En el que el amor no sea nunca sinónimo de sumisión ni de dolor. En el que ningún juez justifique una violación por el tamaño de su falda. Me asomo a este 8 de marzo de 2017, Día Internacional de la Mujer, con esas convicciones, con esos deseos. Sabiendo que, todavía, queda mucho por hacer en el camino de alcanzar una auténtica igualdad entre mujeres y hombres. Que la pobreza sigue teniendo perfil femenino, que las niñas tienen menos posibilidades que los niños de acceder a la educación en el conjunto del planeta; y que la esclavitud sexual, los matrimonios de niñas o la ablación de clítoris siguen perviviendo. Pero, asimismo, consciente de que hemos sido testigos de progresos muy importantes en las últimas décadas. Quiero que las niñas y las jóvenes de hoy sean protagonistas de cambios aún más profundos y no sufran en su trayectoria vital los obstáculos de anteriores generaciones. O la aún muy presente barbarie de los malos tratos.

sufragio. En el siglo XX se produjeron sustanciales avances en la situación de la mujer en el mundo. Con diferencias en los distintos países y culturas. En Canarias y en España las mujeres no pudieron votar hasta la IIª República. Con la inicial oposición de una parte de la izquierda que temía que el control de la Iglesia inclinara el voto femenino hacia las opciones más conservadoras, obviando lo fundamental: se trataba de un derecho inalienable. Resulta vergonzoso que una parte significativa de la población no sepa quien fue Clara Campoamor y su papel en la consecución del sufragio femenino. Una referencia indispensable de la democracia, de la libertad y de la igualdad entre mujeres y hombres. Luego, tras la victoria de los que se alzaron en armas contra la democracia, vino el prolongado silencio y el impuesto terror de una dictadura profundamente misógina, con un enorme peso del nacionalcatolicismo, en la que las mujeres tenían que pedir permiso a sus maridos para tener una cuenta en el banco o para firmar un contrato de trabajo. En la que no existía el divorcio ni, por supuesto, derechos sexuales y reproductivos. En la que su presencia en la vida política era anecdótica. Considero, por cierto, que la mayoría de las religiones tienen una inmensa deuda que saldar con las mujeres. No es de recibo el papel absolutamente secundario que les asignan. Una mujer puede ser cirujana, comandante, catedrática, jueza, presidenta de gobierno, mecánica, dirigente empresarial o astronauta. Pero sigue vetada en las estructuras básicas y en las de poder de la mayoría de las confesiones religiosas. Transmitiendo un lamentable mensaje a sus creyentes: no son suficientemente dignas a los ojos de los distintos dioses para ser sus representantes. Como señala el obispo Casaldáliga «no hay ningún argumento teológico que demuestre que las mujeres no pueden ser ministras de culto. Si no lo han sido hasta ahora es porque las sociedades han sido machistas». Las cúpulas de las diferentes iglesias siguen siendo organismos profundamente patriarcales, evolucionando muy por detrás de las sociedades.

feministas. Tras la infame dictadura, con la democracia comenzaron a llegar los cambios, con notable retraso respecto a otros países europeos. La presencia de las mujeres fue creciendo progresivamente en el mundo laboral y empresarial, así como en la universidad; también en la política, aunque aquellos primeros parlamentos y gobiernos eran predominantemente masculinos. En este sentido, es preciso reconocer el importante papel desarrollado por las mujeres y organizaciones feministas en esa batalla por la igualdad que busca acabar con inaceptables privilegios y construir un mundo mucho más justo; también para los hombres. Pero quedan asignaturas pendientes. La más dolorosa, la de la violencia machista. Es una de las más vergonzosas lacras sociales. Atenta contra la dignidad, la libertad y la vida de millones de mujeres. La OMS apunta que un 30% de las mujeres de todo el mundo sufre violencia de género por parte de sus parejas y que un porcentaje superior lo sufrirá, dentro o fuera de la pareja, en algún momento de sus vidas. Todas las semanas conocemos varios casos de asesinatos de mujeres en España a manos de sus parejas o exparejas. Y nos preguntamos qué hacer y por qué ocurre. No son desequilibrados ni enfermos. Salvo que consideremos al machismo una enfermedad producida por un milenario virus. Son hombres que no aman a las mujeres y que no soportan que estas puedan tratar de poner fin a una relación. Se creen sus legítimos dueños, pequeños y depravados dioses que pueden decidir, incluso, sobre sus vidas. Otra asignatura pendiente es acabar con la profunda brecha salarial entre mujeres y hombres. Y, asimismo, la conciliación y el cambio del papel de los hombres en la vida cotidiana, en el trabajo doméstico y en la educación de los hijos e hijas. Aunque no es igual que hace medio siglo, el peso de todas esas tareas sigue estando en manos de las mujeres. Los hombres tenemos mucho que decir, y sobre todo hacer, tanto en este caso como en el del frontal rechazo de los violentos. Un mundo mejor para Gara. Y para Andrea, Laura, Tamia, Pino, Carmela o Yaiza. Un mundo en libertad y en igualdad plena. Su emancipación será también la de todas y todos. Como bien señalaba el profesor José Luis Aranguren, «ser feminista significa liberar a la mujer, pero también a los hombres».

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