Un emocionante experimento
Filmar un largometraje en solo 39 días es muy complicado. Pero si ese rodaje se realiza a lo largo de doce años es casi un milagro al alcance de unos pocos. Este es uno de los logros deRichard Linklater que, con su película Boyhood, ha hecho un experimento cinematográfico inédito hasta ahora.
El realizador ya había mostrado su deseo por retratar el paso del tiempo y la transformación que este ejerce en los protagonistas de su trilogía Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer, donde una pareja se reencuentra y comparte con el espectador sus inquietudes vitales en el intervalo de 18 años.
Pero Boyhood va mucho más allá. En esta película, Richard Linklater lo cuenta todo y nada, y lo hace maravillosamente, sin renunciar a todos los recursos que la narración cinematográfica ha ido atesorando en este último siglo.
Decía Alfred Hitchcock que un buen drama es como la vida, pero sin las partes aburridas. Y esta parece haber sido la máxima del texano.
Durante sus más de dos horas de metraje, Linklater logra inmiscuirnos en la cotidianidad de una familia americana y hacernos partícipes de los rituales iniciáticos de un niño en su tránsito a la etapa adulta.
En la cinta, somos testigos de retazos de la vida de Mason al que da vida el actor Ellar Coltrane desde los 7 a los 19 años. A través de su relación con sus padres separados (Ethan Hawke y Patricia Arquette), de insignificantes momentos cotidianos y de los baches y conquistas de su madre, Linklater consigue familiarizarnos con unos personajes construidos sólidamente y que van evolucionando con los años.
Quizá la clave del éxito de su experimento es que la película está hecha pensando en el espectador. Lejos del cine experimental, donde los realizadores plantan una cámara delante de los actores y les sugieren una escena a improvisar, Linklater plantea un guión y una narración llena de ritmo, con una fotografía cuidada y una banda sonora muy escogida y de su gusto (Wilco, The Flaming Lips, Phoenix...).
Con un trabajo pausado y riguroso, ha conseguido que una ficción arroje la verdad, y eso se llama arte.