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Rajoy afronta su segundo debate sobre el estado de la nación a las puertas de la campaña de las europeas con un doble desafío: demostrar con hechos que tras años de sacrificios es hora de impulsar el crecimiento, y ganar credibilidad para evitar un castigo en las urnas
La sesión parlamentaria más importante del año llega esta vez apenas tres meses antes de una cita con las unas -las elecciones europeas de mayo- en la que el PP de Rajoy se juega mucho más que el número de escaños en la Cámara de Estrasburgo. El debate sobre el estado de la nación que se celebra los días 25 y 26 es equivalente desde el punto de vista político un acto de pegada de carteles: queda abierta la precampaña electoral.
Rajoy llega a este debate -el segundo desde que es presidente- cargado de datos para intentar convencer al país de que lo peor de la crisis ha quedado atrás y que la evolución de las cifras macroeconómicas se va a traducir más temprano que tarde en la mejora de la economía doméstica de los españoles. El presidente va a subir a la tribuna con el objetivo de recuperar parte de la credibilidad perdida a lo largo de estos dos años de incumplimiento de su programa, frenar la pérdida de apoyos y evitar una sangría de votos en las europeas que sería interpretada como un claro suspenso a su política de recortes.
Pero no lo tiene fácil. El contraste entre los datos macroeconómicos y la realidad a pie de calle arroja un balance que está lejos de ser positivo, y la oposición tiene cartuchos de sobra para contrarrestar la visión positiva del Gobierno: ahí están como anuncios luminosos las cifras del paro y el deterioro del estado del bienestar que la sociedad española sufre en carne propia. La clave para el PP está ahora en vender el anticipo de una paulatina recuperación que según los datos que manejan se podrá empezar a ver a finales de este año con la creación de empleo neto.
Lo que está claro es que Rajoy tiene intención de focalizar el debate en la economía, donde cree que puede presentar buenas credenciales, y esquinar otros asuntos polémicos que le pueden traer quebraderos de cabeza añadidos, como la reforma de la ley del aborto o el desafío soberanista de Cataluña, que no aparecen ni siquiera mencionados en la comunicación que el Gobierno remitió al Congreso sobre las líneas básicas en las que va a centrar el debate. El Gobierno ha dado algunas pistas que apuntan a que el presidente va a perfilar aspectos concretos de la reforma fiscal, con anuncio incluido de alguna medida estrella para apoyar la campaña de las elecciones europeas. Pese a que el Ministerio de Hacienda todavía no dispone del informe que los expertos se comprometieron a entregar este mes, el PP da por sentado que Rajoy ya maneja datos suficientes para poder anunciar algún guiño fiscal.
En su escrito de convocatoria, el Ejecutivo promete que mantendrá una «actitud receptiva» respecto a las propuestas que vengan de la oposición, aunque deja claro que no tiene intención de relajar la agenda reformista iniciada hace dos años y que la prioridad sigue siendo dejar atrás la crisis económica y consolidar el camino del crecimiento y la creación de empleo. «Afrontamos una nueva etapa con un objetivo prioritario», señala el documento del Gobierno, «trasladar las tendencias que apuntan a la recuperación de la economía a la realidad de los hogares españoles». El próximo martes Rajoy intentará dar forma a este enunciado desde la tribuna del Congreso de los Diputados.
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