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Tres amigos

Jueves, 1 de enero 1970

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Antonio, Manolo, Antonio son tres amigos. Uno no acostumbra en estos papeles a hablar de ellos porque entiende que esas relaciones se circunscriben a la esfera de lo personal y porque este espacio está reservado a la opinión crítica, buena y mala, sobre asuntos públicos, porque a fin de cuentas esa es también una de las encomiendas que ha de obedecer un periodista, contar e interpretar lo que pasa, aunque demasiadas veces esa determinación genere no poca incomprensión. Es lo que toca.

Pero cuando los amigos, no por su relevancia social, que la tienen bien ganada desde hace tiempo, son reconocidos institucionalmente por los lugares en que viven, se convierten en noticia, uno se puede permitir la licencia de presumir de ellos y dejar que se entrometan en este espacio.

Antonio es Antonio Lozano y anoche Agüimes le dio el título de hijo adoptivo. Llegó hace un puñado de años a este pueblo casi sin saber a dónde iba y, por fortuna, decidió quedarse regalando bonhomía, implicación, compromiso, generosidad, transparencia, seducción a cuantos le han conocido, que son muchísimos, aquí y en todas partes, gracias a su empedernida vocación viajera. Se inventó el Festival del Sur-Encuentro Teatral Tres Continentes y hasta aquí se trajo, de gratis, a gentes de todos los lugares que vinieron con su arte y su alma y nos enseñaron que este mundo nuestro está lleno de voces múltiples. Y lo mismo hizo con los cuenteros, que nos subyugan con sus narraciones. Convirtió Agüimes en referente cultural, aportando para ello también su obra literaria, esa que es un lujo, pero no para neutrales sino hermoso instrumento que grita, que toma partido.

Manolo es Manolo Vieira y dentro de diez días Las Palmas de Gran Canaria le reconocerá como hijo predilecto. Manolo es un monstruo, en el sentido más admirativo de la expresión, bien lo saben ustedes. Pocos paisanos hemos tenido que hayan sabido personificar esa capacidad expresiva tan propia y peculiar que tenemos en Canarias. Solo por las risas, infinitas, que Manolo nos ha obsequiado se merece todos los reconocimientos; pero es que este vecino del barrio, además de hacernos reír, que ya es mucho, nos ha puesto ante el espejo, nos ha emocionado y ha conseguido espolear nuestra autoestima como pueblo. Nos ha enseñado a ser, sin pudor, como somos. Conversador, observador, audaz, agudo y sentimental como pocos, nos hace reír con él y con nosotros, no de nadie, y todo eso con una solidez profesional que pervive así pasen los años.

Antonio es Antonio González y a él también en diez días se le otorgará la condición de hijo predilecto de la capital grancanaria. De San Juan a La Isleta, es, por tanto, un vecino completo. De chiquillo de los recados a impresor pujante, innovador y reconocido, no ha dejado de ser el de siempre, el que nunca ha dejado de estar cuantas veces se le ha requerido. Del San Juan al Hespérides. De la imprenta Cabrera en la calle Castillejos a Litografía González. De esta a aquella ONG. Su desbordante personalidad queda pequeña al lado de su vocación solidaria. Claro, como casi nadie, ya era emprendedor cuando la palabra ni existía. El arte de la impresión tiene en él un museo vivo. Alegre, locuaz, dicharachero, no se arredra ante nada y toca reconocerle por todo lo mucho que ha hecho, lo de menos en el plano empresarial y lo de más, sobre todo, en el terreno humano.

Son tres amigos, además reconocidos merecidamente por el sinfín de servicios prestados a la comunidad, por eso permítanme un brindis por ellos. Es de justicia.

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