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Simulacro

Lunes, 29 de agosto 2016, 01:00

Agosto cierra sus ventanas dejando atrás mucha tierra quemada, mientras septiembre asoma con las mismas incertidumbres que el verano no quiso resolver. Mañana empieza la nada, un debate parlamentario programado para fracasar. Una sesión de investidura engañosa y truculenta, preparada para dañar la imagen ciudadana de la política.

Alguien vendrá a presumir de la salud de la democracia española, y culpará a quienes no le rían la gracia de la fragilidad del sistema. Lo dijo el otro día toda una vicepresidenta del Gobierno saliente, en una de esas letanías invocadoras de falsos milagros a las que tanto se han acostumbrado por Madrid. No todos los asuntos de Estado los arregla la virgen del Rocío, conviene aclarar.

Lo más interesante de este simulacro de gobierno es lo mucho que acerca el calendario a las elecciones de Estados Unidos. Es tradición democrática importar del imperio aquellas novedades que mejoran el discurso social. El Yes, we can de Obama, sin ir más lejos, dio impulso y hasta nombre a todo un movimiento de rebeldía callejera en esta orilla de la marea. Que sea socialdemócrata o comunista la organización no es tan importante.

El candidato Donald Trump, en estos meses de ensayo, ha pedido a Rusia que se cuele en los sistemas informáticos estadounidenses; a los amigos del rifle les ha recordado que «ya saben lo que tienen que hacer» con la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, para evitar que llegue al poder, y está dispuesto a deportar a 11 millones de inmigrantes. Otra cosa no será, pero parece sincero. A ese nivel de inteligencia política aquí no hemos llegado, pero vamos andando a marchas forzadas. Ya estamos en ese punto gracioso, falsario, en el que la investidura de un presidente depende del líder de la oposición.

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