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Santa Ana, del mito al patronazgo

Viernes, 26 de julio 2013, 01:00

El mismo nombre de Ana está ya de por sí solo rodeado de cierto halo de mito y de muy diversas leyendas. Para el ritual cristiano proviene de Santa Ana, la madre de María y abuela de Jesús de Nazaret. De ella se sabe más por la tradición que por los documentos, entre los que sólo aparecen los denominados Evangelios apócrifos. Al parecer procedía de la comarca de Belén, hija de Mathan y Emerenciana, descendientes de las casas de David y de Leví. Casada con Joaquín su esterilidad le impedía tener descendencia, pero sus constantes ruegos y oraciones hizo que una noche se les apareciera un ángel anunciándoles que pronto serían padres. Ana, ó Hannah en hebreo, concibió una niña a la que puso María (Miriam) y la llevó al templo para consagrarla a Dios, donde vivió hasta que contrajo matrimonio con José. La devoción por esta santa se extiende pronto por muy diversos lugares de la Europa medieval y en España su culto se asienta por toda la geografía peninsular, con una señalada presencia en tierras que pronto estarán hondamente vinculadas a Gran Canaria, como son los poblaciones sevillanas de Estepa y Dos Hermanas y especialmente el Barrio hispalense de Triana, donde se alza majestuosa y bellísima su Real Parroquia de Santa Ana, de enorme arraigo en la vida cotidiana de aquella ciudad y su puerto fluvial en los años en que se daba la conquista y posterior poblamiento de esta isla. Aquí, una vez más, la llegada y entronización de la devoción por Santa Ana está envuelta por cierto halo de misterio y de leyenda, pues se cuenta que la misma mañana fundacional del 24 de junio de 1478 el capitán Juan Rejón, al avanzar por el litoral desde el Puerto de Las Isletas, se encontró con una señora mayor, acompañada de una niña, que le indicó un bosquecillo frondoso, junto a un riachuelo que llamaban Guiniguada, como el lugar más apropiado y seguro para acampar y fundar una población. Rejón, muy devoto de la Señora Santa Ana, no dudó en que aquella mujer que tanto le había ayudado con sus indicaciones, verdaderos designios que abrían las puertas a una nueva historia de esta isla y la fundación de su actual capital, era nada más, ni nada menos, que la madre de María, la abuela del Salvador, por lo que pronto ya la primera iglesia construida en el Real de Las Palmas, la que se conoció en tiempos como «la iglesia de los conquistadores» quedó bajo la advocación y patronazgo de Santa Ana. Ya a comienzos del siglo XVI su patronazgo oficial de la ciudad estaba plenamente consolidado, como lo señala un acuerdo del Cabildo Catedral de 26 de julio 1539 que dio a conocer el inolvidable canónigo e historiador Santiago Cazorla León. Desde aquellos años y a lo largo de varios siglos cada 26 de julio, en su festividad, tras la función solemne en la Catedral de Canarias su imagen recorría en procesión las principales calles de Vegueta, acompañada de cruces alzadas de las principales parroquias y templos de toda la isla, mientras las campanas repicaban durante todo el recorrido los años en que el señor Obispo presidía este sagrado cortejo, acompañado de las primeras autoridades y representaciones militares. En la actualidad la celebración se recupera y asienta al atardecer de cada 26 de julio en la Catedral de Canarias y en las calles aledañas a la Plaza de Santa Ana. Sin duda la devoción a Santa Ana es la primera que arraiga con fuerza en esta capital desde sus primeros días siendo aún el viejo Real de la Tres Palmas, luego, junto con la Catedral, se daría su nombre a la plaza mayor de la ciudad, que mantiene en la actualidad, y durante los tres primeros siglos de su historia la capital grancanaria tuvo importantes celebraciones cívico-religiosas cada 26 de julio en honor de la Madre de la Virgen que ostentaba su patronazgo, resaltado ya a finales del XVI cuando se colocó, en el primer puente de piedra que unió los barrio de Vegueta y Triana, una imagen de Santa Ana, exclamando el propio poeta Cairasco de Figueroa como la ciudad «puede / llamarse siempre bien afortunada / pues a Santa Ana el cielo le concede / por titular patrona y abogada».

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