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Richard Mosse: «El periodismo de guerra es cada vez más débil y escaso»

Son malos tiempos para el periodismo. Así lo entiende Richard Mosse (Irlanda, 1980), un fotorreportero que ha logrado conquistar museos y galerías con sus reportajes sobre catástrofes humanitarias. Hasta mediados de agosto, su obra se puede apreciar en la sala San Antonio Abad, de la capital grancanaria.

Martes, 29 de abril 2014, 14:21

¿Tuvo sensación de peligro cuando realizaba este trabajo en la República Democrática del Congo? Algunas veces.

¿Cuándo? Realmente no todo el tiempo. Disfruté de sus gentes y llegué a sentirme parte del paisaje. Creo que, cuando el conflicto se estabilice, volveré porque Congo tiene un gran potencial turístico.

En la guerra de República Democrática del Congo son muchos los factores implicados las minas de oro y los yacimientos de coltán y taltanio y las tribus afectadas, con hasta seis facciones enfrentadas. ¿Llegó a entender el conflicto? Es difícil, porque hay muchos aspectos que intervienen en la guerra pero creo que me he hecho una idea bastante clara de lo que ocurre allí.

¿Y podría resumir brevemente las causas de esta guerra? Intervienen numerosos factores, pero no soy un analista político ni un estratega. Creo que la situación se ha generado porque carecen un sistema de judicial, por la corrupción generalizada y por la falta de educación. Posiblemente, cuando estas tres cosas se corrijan, una vez pasada una generación y después de mucho tiempo, la guerra se diluya.

¿Cuándo llegó a sentir miedo? Muchos periodistas me lo preguntan, pero lo importante no es mi sensación de miedo, sino el miedo al que están sometidos los habitantes del Congo.

¿Qué fue lo más duro que vio? La masacre de seis personas. Todos mujeres y niños. Lo más brutal fue un niño de tres años al que le habían atravesado la cara varias veces con un lanza. Desafortunadamente este tipo de masacres pasan con bastante frecuencia en el Congo, pero casi nunca aparecen en los medios porque suelen ocurrir en medio de la jungla y, para cuando la noticia llega a la ciudad, ya han pasado tres o cuatro días, y ya es algo que se queda viejo. En realidad no se informa de ello. Es como un cáncer de violencia que no para.

¿Antes de viajar tiene que investigar mucho? En realidad investigo cuando llego allí. Hablo con mucha gente: con congoleños, gente de Naciones Unidas, de la ONG Human Rights Watch y de otras organizaciones humanitarias. Cuando me meto en el bosque y llego a una aldea, lo primero que hago es hablar con el jefe de la tribu. Es muy importante. Él sabe todo lo que está pasando y te avisa de si va a haber alguna emboscada, si la siguiente tribu es peligrosa... Sabe lo que está pasando. En esos sitios no hay cobertura de móvil, la información se transmite de forma oral y lentamente, porque la gente puede pasar días enteros caminando por carreteras que no son tales, sino lodazales. La información pasa boca a boca. Por eso es difícil verificar los hechos y llegar a la información. Hay muchos rumores y miedo.

Su obra capta toda la fuerza de la tragedia y le incorpora la belleza. ¿Ha recibido muchas críticas por el sentido ético de retratar la guerra con un contenido estético? Sí, todo el tiempo, pero de eso es de lo que trata realmente. Se trata de forzar la fotografía de guerra para llevarla al extremo. Toda fotografía de guerra es en realidad problemática porque es un acto estético también. Por este conflicto, la mayoría de los reporteros de guerra optan por captar la realidad de la forma más antiestética posible, tal cual es, y evitar de esa forma el conflicto entre la ética y la estética. Pero, en realidad, estás perdiendo la oportunidad de hacer sentir al espectador a través de la fotografía. La belleza es la más afilada de mis herramientas. Es una estrategia para que la gente se pare más a ver la obra y le haga sentir. Si el que ve la foto se siente ofendido, en realidad es bueno. Siente el significado que hay detrás de esa fotografía. El conflicto del Congo es enorme. Han muerto 5.4 millones de personas, pero sin embargo pasa desapercibido. El proyecto intenta mostrar lo invisible.

Estuvo en Irak, Haití, Bosnia... ¿Siempre busca el conflicto? Soy un reportero de guerra.

¿Es un freelance? Solo un par de veces he trabajado para un periódico. El trabajo del Congo lo hice por mi cuenta. Nadie quiso financiármelo. Gracias a esa libertad pude hacer algo distinto.

Los periodistas de guerra están desapareciendo porque necesitan tiempo y dinero. ¿No se siente la voz y los ojos del conflicto? No hablo por nadie. Pero es verdad. Es un gran problema porque en los 90 un fotógrafo podía ganar dinero y llevar una buena vida. Ahora, con Internet, las revistas y periódicos no tienen presupuesto. Cada vez la profesión es más pequeña y más débil. Yo soy afortunado porque mi trabajo lo puedo hacer gracias a galerías y exposiciones. Empecé el proyecto de Congo con el fotógrafo español Kiko García pero tuvo que dejarlo porque económicamente es difícil de afrontar.

CORAZÓN ENDURECIDO. Durante cuatro años, Richard Mosseviajó al Congo ocho veces y pasó allí estancias de dos meses. Eso se refleja en su obra. «The New York Times envía a un fotorreportero pero solo cinco u ocho días. ¿Cómo pueden dar la imagen real del conflicto en tan poco tiempo?», dice este artista, que se siente en el deber de contar al mundo estos dramas. De hecho, Mosse confiesa que con este trabajo se ha endurecido. «Sabes que cuando termines, vuelves a casa. Ellos, no pueden», dice el artista, que recuerda con espanto la zona destruida por el tsunami de Japón de 2011. «Fue una pesadilla. Tuve que fotografiar clases de niños que habían muerto».

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