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Quique Setién, ante su partido más especial

Miércoles, 14 de diciembre 2016, 20:40

El del Calderón no será un partido cualquiera para Quique Setién. Regresará a la que fue su casa durante tres años (1985-88), pero con la diferencia de que esta vez lo hará desde el banquillo y no sobre el césped. Además, será su última vez. El Metropolitano aparece en el horizonte y el mítico campo de la orilla del Manzanares apura las despedidas. «En el Atlético me hice hombre», no para de repetir Setién. Llegó al club rojiblanco en la temporada 1985/86 procedente del Racing donde disfrutaba trato de estrella. Pero el Atleti es otra dimensión. Allí se encontró con que era uno más, que tenía que remangarse la camiseta para ganarse un puesto en el once y donde triunfar era mucho más complicado que en el modesto equipo santanderino. «En mi vida había entrenado como lo hice con Aragonés. Su figura como entrenador fue muy importante para mí», rememora el ahora técnico amarillo del póstumo preparador y valedor de su llegada a la familia colchonera. Fueron tres temporadas llenas de altibajos pero con un resultado claro: la consolidación de un Setién que además de clase y técnica, ganó en garra, sacrificio y trabajo a las órdenes de El Sabio de Hortaleza. Tal fue su evolución que Miguel Muñoz, por aquel entonces seleccionador nacional y extécnico también de la Unión Deportiva, no dudó en llamarlo para jugar con España. Consolidado en el conjunto capitalino, fue internacional tres veces y su adiós con la absoluta tuvo un guiño con lo que vendría después. Quique Setién jugaría su último partido representando a su país en el viejo Estadio Insular de Gran Canaria ante la Unión Soviética en 1986, preludio perfecto del lugar donde triunfaría como entrenador 30 años más tarde. En el Atlético de Madrid consiguió su único título como jugador, la Supercopa de España frente al Barcelona de Venables. Pero no todos fueron buenos momentos en un club acostumbrado a las convulsiones como el colchonero. En aquella época donde el fútbol de raza predominaba, Setién, adelantado a su tiempo, pregonaba talento, pausa y clase. «Tenía los rasgos de un futbolista canario», reconocía en el documental con el que BeinSport rendía homenaje a la Unión Deportiva. Pero a esas características había que añadirle mucha personalidad. Rasgo que propició enfrentamientos directos con otro gran personaje de la época: Jesús Gil. «Estoy decepcionado con lo que ocurre en este club, con el presidente. Es triste lo que está pasando y que lo permitamos. La mayoría de nosotros, en igualdad de condiciones, se iría de aquí». Estas fueron las palabras de Setién en abril de 1988 que prendieron la mecha y rompieron definitivamente las relaciones con el dirigente rojiblanco. Vinieron tras la destitución de Ufarte como técnico rojiblanco después de una derrota contra el Osasuna y Gil, todo temperamento, no tardó en replicar: «Es la típica reacción del incompetente, del fracasado que sabe lo que le espera. Lo más seguro es que mañana lo eche». Aquel encuentro ante el equipo navarro fue el último del cántabro con la zamarra rojiblanca después de 93 partidos oficiales. No contó con un solo minuto en los posteriores duelos antes de que la campaña concluyese y Setién terminaría abandonando por la puerta de atrás un club que le marcaría de por vida. Pero pasado mañana tendrá la oportunidad de brindarle la despedida que merece al estadio que acogió sus mejores años como futbolista. Un reencuentro muy especial para el técnico amarillo porque aunque el adiós fue doloroso, los recuerdos que guarda de su etapa rojiblanca son imborrables, de los que dejan huella. Quique Setién tendrá una segunda oportunidad y cerrará, este sábado y de amarillo, un ciclo con el Vicente Calderón.

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