Por la isla y por la mar, romeros del Pino
Romeros, lo que se dice romeros del Pino, en mayor o menor medida, con mayor o menor frecuencia, los podemos encontrar a lo largo de todo el año por los más insospechados rincones y parajes isleños, incluso por las costas y por las rutas de la mar que conducen a la isla, por muy diversos motivos o impulsos, que todo vale cuando se trata de cumplimentar y acompañar a la Madre grancanaria de sus devociones hondas e irrenunciables. Pero si a lo largo de los siglos este peregrinar romero del Pino ha tenido una significación trascendente, una escenificación multicolor, sonora, de aromas que inundan los sentidos, que plasma perfectamente el ser y sentir de toda la Gran Canaria hacia su Reina y Señora, hacia su Patrona, ese ha sido el de las bajadas de Teror a la capital insular, desde su Basílica a la Catedral, las dos moradas por antonomasia de esta Virgen canaria. Horas intensas de senderos y carreteras entre rezos y canciones, entre alegrías y esperanzas, entre cansancios que se reponen de sólo mirar al rostro de la Virgen y al de su Niño chiquito, a esa Virgen que avanza entre el susurro de los peregrinos, entre los rumores del Pino, en silencio, en el más elocuente de los silencios pues en realidad parece como si caminara rezando entre todos sus romeros, por todos sus romeros, por todos sus hijos isleños que tienen en ella clavadas sus ilusiones y su propia alma. Despunta el día entre pinares, en el frescor de su barranco, los pasos son ágiles e inquietos, como jubilosas son las miradas de cuantos hacen esta senda que tantos grancanarios han recorrido, una y otra vez, a través de los siglos. Y del silencio, del rumor de los alisios en los eucaliptos, de requiebro de los pasos sobre el viejo puente del molino, brotan sugerentes los versos, «Tambor de luna plateá/ redoble de pinares en los aires/ quejíos de sombras olvidadas,/ la madrugá avanza en sus penumbras/ cuando los caminos aquietan sus pasos/ para ofrendarse al de la Virgen». Romeros de la isla y romeros de la mar, que la Virgen también es capitana de esta nave atlántica que navega prendada de sus devociones. Ella apreció sobre un pino de madera recia, la misma con la que carpinteros de ribera construyeron en esta isla tantas y tantas naves de porte muy marinero y que tanta gloria dieron a los navegantes grancanarios. Romeros de la mar que han llenado su basílica, su sagrado camarín, de hermosos y sugerentes exvotos marineros, cumpliendo con la promesa que, en las horas de mar gruesa, cuando la luz ni se presiente, le hicieron a su Virgen del Pino. Que aquí todos nos acordamos de ti incluso cuando las olas llegan bravas a la playa y sabemos que han llegado «la mareas del Pino» y que es hora de peregrinar a Teror. Por ello no dudó Tejera, en su Himno de Peregrinación, proclamarte a todos los vientos atlánticos al decir: «Salve, Virgen, Señora del Cielo,/ blanca Estrella de amor encendida: Feliz puerto del mar de la vida/ Esperanza del triste mortal». 51 bajadas de Nuestra Señora del Pino, 51 caminos en que la isla toda se ha hecho romera para caminar por las sendas isleñas junto a su Señora. Caminos en los que aprendió a ser romera junto a Ella día a día, año tras año, siglo tras siglos, que la vida es puro andar romero en el que las bajadas se convierten en la mas hermosa de la subidas, la que, entre rumores del Pino, les lleva a los cielos de la mano de su Virgen. ¡Ay mi Gran Canaria, con tu Madrita del Pino en los caminos ya lo tienes todo! ¿Qué mas se puede pedir, cuando la gloria se hace camino y por Ella sus romeros se alborozan en su andar? 51 caminos en los que la isla, ya sea entre sequías y sequeros, entre lluvias y escorrentías o entre calores o fríos, florece en su eterna primavera de continente en miniatura, adornándose a cada paso de su Patrona, que por eso es la imagen sagrada que mas veces ha transitado los caminos grancanarios, e incluso la esencia de su imagen se ha proyectado sobre las sendas de la cercana mar. ¡Romeros de la isla y de la mar, romeros de la grancanaria, ya la Virgen retoma los caminos insulares y en su plegaria todos debemos andar! ¡Madrita mía del Pino radiante entre luces, vibrante entre sones de plata, flor entre las flores de la isla, Teror te proclamó bendita y tus grancanarios te bajan sobres sus almas para dejarte en Las Palmas, donde eres gracia y alegría en el ser y sentir de toda la ciudad!