Poca expectación electoral
El debate en televisión fue, sin duda, el acontecimiento central de una campaña electoral que, siendo francos, no acaba de generar demasiada expectación. Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy llevaban días concentrados, encerrados con sus respectivos equipos y aislados del mundanal ruido que, insisto, no acaba de asemejarse a los días previos a una cita con las urnas. Quizá, sea debido al enfriamiento provocado por la última reforma de la normativa electoral. El candidato socialista tomó la iniciativa nada más comenzar. Dejando constancia dialéctica desde el primer momento. La razón es sencilla. Solo podía aspirar a ganar sobradamente el debate. No le quedaba otra. En caso de empate, de que finalizara en tablas, al PP le bastaría con hacer tiempo hasta el 20-N. Por lo tanto, el vuelco electoral solo lo podía conseguir Alfredo Pérez Rubalcaba en el debate. Por otro lado, es para celebrar que se produjese. Desgraciadamente, en nuestra democracia no es lo habitual a diferencia de otros países de nuestro entorno. Incluso, en algunos está regulado. Sin ir más lejos, desde los primeros comicios del año 1977 no se desarrolló un cara a cara electoral entre los dos principales candidatos hasta las elecciones generales de 1993. En aquella ocasión hubo dos. Venciendo José María Aznar en el primero y Felipe González en el segundo. Aquella experiencia terminó con victoria socialista por la mínima e incitó al entonces líder de los populares a no repetirlo en 1996. Luego tuvimos que esperar hasta el año 2008 para que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy reprodujesen un ejercicio tan sano como infrecuente en España. Sería deseable que el debate electoral que hemos presenciado esta semana sirviese como consolidación definitiva de una tendencia que no quede interrumpida. Todo estaba estudiado. Desde la posición de cada uno en el escenario al traje y corbata que lucían. Porque, no olvidemos, que en esto existe un alto componente de marketing político. Eso sí, echamos en falta un rostro lozano. No es que haya que emular el de John F. Kennedy ante Richard Nixon cuando protagonizaron el primer debate electoral en televisión. Sin embargo, que ambos candidatos sean mayores que al que suceden da para pensar. Máxime, cuando en España estábamos acostumbrados a presidentes relativamente jóvenes que se pasaban el testigo.