Pasión entre palmas y mantillas
Palmas, bajo palmas, entre palmas y mantillas, Pasión isleña que se ciñe de palmas y mantillas; blanca toca, bandera pasionista para un Viernes Santo tras un Cristo en procesión por viejas y sugestivas callejuelas, en el esplendor de plazas que funden su trazado con el celeste impenitente del firmamento insular. Muchos y muy diversos podrían ser aquellos instantes semanasanteros que se erigieran como símbolos elocuentes del ser y sentir de las tradiciones, de los usos y costumbres mas arraigados de la Semana Santa grancanaria. Pero entre todos ellos podríamos escoger -incluso me atrevo a decir que se escoge y resalta por sí mismo, extendiendo sus raíces desde los mas primigenios rincones vegueteros a los mas distantes y sugerentes de la geografía insular- uno que sin ser, en principio, la expresión material más antigua de la Semana Santa en Gran Canaria, sí entronca directamente con los mismos orígenes de estas manifestaciones con las que la religiosidad popular celebra y conmemora la Pasión de Cristo por estas ciudades y pueblos isleños. Aquellas procesiones de crucificados que ya en el siglo XVI discurrían entre los primeros conventos de Vegueta y Triana, bajo el palio de todas las palmas que recoletamente engalanaban la geografía de la urbe incipiente, arropados entre el vaporoso discurrir de las mantillas, en la silente y reiterada oración de grancanarios anónimos de toda condición que en el fervor de su fe y a la vera de sus tronos, siglo tras siglo, también modelaron y fijaron la identidad del ser y sentir semanasantero isleño. Es la estampa única, sugerente, grabada, generación tras generación, en el fuero más indeleble del corazón de cada grancanario, del Cristo de la Sala Capitular a su paso, en el cénit de la mañana radiante del Viernes Santo, bajo las palmas de la Plazoleta del Espiritu Santo, o en su discurrir pausado, paso a paso, por la plaza de Santa Ana junto a la Dolorosa catedralicia. Máxima expresión lujanera del dolor en la Pasión isleña, entre un mar de mantillas que trasladan el mismo pálpito celeste a ras de la plaza mayor grancanaria, mientras miles de grancanarios, que vienen a Vegueta desde los más diversos lugares de la isla, depositan sus miradas y sus sentimientos hondos en aquel Cristo y aquella Dolorosa que, escoltados a derecha e izquierda por todas las palmas de la plaza, miran ahora al balcón de palacio mientras las notas inconfundibles de la marcha fúnebre de Chopín resuenan serenas desde el atrio catedralicio señalando el culmen sagrado y señero de esta Semana Santa, de esta Pasión isleña. Palmas y mantillas; Gran Canaria exclama con el rumor del viento que es Viernes Santo y el Crucificado ya pisa la plaza; vía crucis por callejones donde resuena el rezo del Rosario en voces seculares, incienso entre palmas enhiestas, miradas discretas y profundas entre los vuelos de las graciles mantillas. Semana Santa grancanaria que, en la consagración sublime de toda primavera, encuentra su expresión cumbre en el Crucificado que ofrenda el mensaje de su Pasión entre palmas y mantillas bajo el sol radiante del mediodía insular.