Música melenuda
Antonio F. de la Gándara
Viernes, 22 de abril 2016, 12:32
Que exista en España como nunca antes una industria que explota el filón de la nostalgia rockera, y que sea boyante, es lógico por varias razones; la primera es que nunca antes había existido, como masa social influyente y con poder adquisitivo, un colectivo de puretas rockeros, y la segunda y esto ya no es un dato objetivo, sino una impresión de, sí, de pureta rockero es que el actual panorama internacional de la música popular, salvo honrosas excepciones, ofrece buenos motivos para refugiarse en los gratos recuerdos.
Desde esta perspectiva, en una coyuntura en la que las bandas de tributo son moneda de curso legal y a este paso faltan seis meses para que Belén Esteban o cualquier otro/a mamarracha/o televisiva/o; póngase el nombre que al lector le apetezca merezca el calificativo de «legendaria», Alan Parsons ofreció el miércoles en el pabellón del Granca un concierto honesto que no defraudó expectativas, correcto de sonido y luces para un respetable no adolescente que madrugaba el jueves y tampoco acudía al coso a ver si perdía kilos sudando. Horita y media y para la cama, que no está mal y Bruce Springsteen no hay más que uno.
Seamos sinceros: Parsons nunca fue un primerísima fila; saltó al mercado al amparo de su cartel como ingeniero de sonido en el ahora sí, legendario Dark side of the moon de Pink Floyd, hizo tres discos notables en los setenta (Tales of mistery and imagination, I robot y Pyramid) en autoría compartida con Eric Woolfson y en los ochenta firmó siempre al alimón con Woolfson algunas joyas del AOR, o rock para adultos, a mayor gloria del hilo musical de consultas de dentistas y ascensores de grandes almacenes. Y que nadie vaya a entender que estoy denostándolo; lo que hace es una música de calidad muy respetable, que en directo soporta muy bien el paso de los años.
El subtítulo del nombre de la gira, Greatest hits (grandes éxitos) ya era tranquilizador: no nos esperaba ninguna sorpresa/ladrillo de nuevo cuño. El setlist, el repertorio de la noche, hizo pequeñas incursiones en los discos más experimentales y prestigiosos del artista (dos temas del Tales: The Raven y Doctor Tarr and profesor Fether..., cuatro de I robot: I robot, I Wouldn’t Want to Be Like You, Breakdown y Don´t let it show, y ninguno de Pyramid) y se centró en la producción de los ochenta: Don´t answer me, Time, Turn of a friendly car, Prime time, Eye in the sky, Sagrada familia, Days are numbers, Old and wise... Creo que en la rueda de prensa, Parsons había dicho que la banda era la misma que la de su anterior visita en 2005; le falla la memoria, pues el único que queda es P.J.Olsson. En cualquier caso, tremendos, versátiles artistas para sostener hora y media de aquella música para melenudos que hoy se ha convertido en un jacuzzi nostálgico en el que, qué bandido, el único que conserva todo el pelo es Parsons.