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Riazor escenificó la mejoría que se le exigía a Las Palmas aunque todo se quedó en intenciones impolutas. Como acostumbra, el equipo purgó sus despistes atrás, aunque una lectura ecuánime del partido también habilita la amargura del criterio arbitral, muy por la labor con los de casa.
La UD cargó con honor los primeros golpes que recibió. Un Deportivo al ralentí se encontró, casi sin querer, con dos goles, beneficiados ambos por la tibieza defensiva alrededor de Barbosa. Con 2-0 al minuto diez se anunciaba una ruina total para los muchachos de Juan Manuel, cuyas buenas intenciones desde el arranque, raseando la pelota, de poco le habían servido.
Pero, de imprevisto, y pese al ambiente impetuoso de Riazor, Las Palmas emergió y discutió el partido desde la convicción. La pelota siempre le correspondió. También el mando, que fue a más conforme corría el reloj. Pocos equipos se han manejado así ante el líder y en su feudo, con orden, pausa y un plan establecido para el abordaje. Anulado Valerón, esquinado y sin chispa, y con Sergio disfrutando de metros para pensar y construir, se palpó con lo que vendría poco después de la media hora. El tanto de Portillo y, lo que resultó más importante, la reactivación total de las opciones isleñas.
Encomiable ejercicio de fe por encima de un panorama desolador en el que se entremezclaban bajas, nula fortuna y los decibelios hostiles. Entonces, llegó el paso al frente. 2-1 y aviso de que faltaba mucho por decir. Cierto que el Deportivo, sobrado por sus recursos, daba sensación de peligro extremo cada vez que avanzaba, pero no fue menos la UD, a flote por su determinación.
La segunda parte transcurrió como la primera hasta que Riki apareció para el 3-1, poco después de que el colegiado se tragara una pena máxima en área de Lux. Barbosa se vio obligado a enseñar buenas manos a disparo de Bergantiños nada más arrancar la continuación, pero, a partir de ahí, vuelta al orden imperante, esto es, David González y Javi Castellano a los mandos. En el minuto 61, Jaime Latre lastimó de muerte a la UD al obviar un claro derribo de Laure a Vitolo. Implicaba, además, segunda amarilla al lateral local, que ya cargaba una amonestación.
Buen destrozo le hizo el colegiado a la UD en un momento crucial, cuando el empate era cuestión de paciencia. Así lo entendió Oltra, quien, en un cambio significativo poco después, metió pierna y defensa con Borja en sustitución de Valerón. Un gesto que delató el panorama, aclarado luego con la sentencia local. Hasta el final, nada cambió. Ganó el que decían los pronósticos. Hizo más goles y, cuando lo necesitó, tuvo la colaboración decisiva del colegiado. La UD, a falta de puntos, sumó dignidad.
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