Manolo González aligera el bronce en Saro León
Manolo González vuelve a insuflarle un carácter etéreo a formas pétreas, renacentistas y eternas. Esta vez lo hace formando torsos masculinos a partir de tiras de bronce, como si estuviera vistiendo a hombres invisibles y aéreos. Este trabajo se puede apreciar en la galería Saro León.
El escultor Manolo González (Gran Canaria, 1965) regresa a la sala de la calle Villavicencio de la capital grancanaria con su obra más reciente, donde se podrá apreciar hasta principios de 2012 bajo el título Variaciones y divertimentos.
En total se exhiben diez piezas de pequeño formato, en las que tiras de bronce atrapan el aire para formar bustos masculinos de corte renacentista.
El acabado de las obras es marrón para resaltar su aspecto añejo, artesanal y casi arqueológico, según explicó el creador, cuya obra más popular, Exordio, El tritón, preside la entrada Sur a la capital grancanaria. «Variaciones y divertimentos evoca la experiencia estética que la observación de estos restos arquelógicos han generado en mí. Experiencia tan veraz como fantasiosa la reconstrucción de la realidad histórica que a cada pieza le supongo», explica el autor.
Con este trabajo, realizado este año tras la ejecución de la colosal obra pública, González regresa a la intimidad de su estudio y su mesa de trabajo. No obstante, estas pequeñas piezas tienen cierta reminiscencias de su trabajo anterior y también retoman la búsqueda de ligereza que emprendió con sus vaporosas figuras humanas realizadas con malla metálica.
«En realidad busco arrancarles la misma frescura y ligereza», comenta sobre su trabajo más reciente. Aunque la exhibición se inauguró hace solo unos días, la mayor parte de las obras, cuyo precio oscila entre los 1.000 y 5.000 euros, ya se ha vendido.
Quizá parte de su éxito reside en su estilo. «Son obras clásicas del siglo XXI. En ellas busco equilibrio, armonía y belleza», comenta el artista respecto a la influencia que tiene en su obra la escultura renacentista. «No voy a ser Miguel Ángel. Yo soy un Manolo González que aprende de un Miguel Ángel», comenta el creador con las maletas preparadas para pasar unos días en Florencia analizando y dibujando las obras del maestro italiano.
«Yo no trabajo para ser moderno. Trabajo por la necesidad de crear», abunda sobre su querencia por lo clásico.