Los sueños cumplidos de Carla
En 1997 Alfonso Pérez, en sus tiempos uno de los mejores tenistas de la cantera grancanaria, impartía sus conocimientos del deporte de la raqueta en dos pistas del parque de Buenavista. Un día le trajeron a una niña que quería ser estrella. Su nombre, Carla Suárez.
Han pasado ya 18 años desde aquella aparición, pero Pérez, de memoria prodigiosa, es capaz de dar todo tipo de detalles. Porque Carla, desde el principio, tenía un aura especial. «Vino de la mano de su madre y lo que más me llamó la atención era su condición física. Era la mejor en todo. Si jugaba al fútbol, si jugaba al baloncesto... Y en cuanto se hizo al tenis, comenzaron a caer los campeonatos. Empezamos en septiembre y a los dos años ya era campeona de España alevín. Antes de cumplir los 16 se hizo con su primer WTA. Luego, no tardó en proclamarse la mejor en Europa, tanto en individual como en dobles, y terminó levantando en Suiza el sub-18 que también habían ganado Graff, Hingis, Conchita o Arantxa», recita con orgullo el que fuera su primer entrenador. Pérez admite que «siempre» esperó «lo mejor» de la que fue su pupila, aunque verla en la cumbre «supone un orgullo».
«A Carla siempre le dije que podría llegar al sitio que se propusiera. Evidentemente, todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso, pues su trabajo ha sido sensacional a todos los niveles. Lo ha peleado desde siempre. Sus condiciones psicomotrices son privilegiadas. Pero nunca se ha dormido. Recuerdo sesiones interminables, siempre queriendo mejorar, ir más allá, dominar la pista, darle más fuerte a la bola... Era insaciable. Y ya en competición, se crecía», insiste. Tanto creyó Alfonso Pérez en Carla que no dudó en fundar una empresa, Prestige La Imagen, para recaudar fondos que le permitieran costearse desplazamientos y demás exigencias de la alta competición: «Entonces ella tenía 13 años y todo se le quedaba corto. Nos vimos en el compromiso de parar o seguir. Y eso tenía unos costes que terminamos asumiendo». Hasta que emigró a Barcelona para ponerse a las órdenes de Xavier Budó, poco antes de la mayoría de edad. Hoy maestro en el Club Open Gran canaria de Lomo Los Frailes, Alfonso Pérez es un hombre feliz. Aquella niña que cogió con 9 años recién cumplidos, definitivamente, mereció la pena.