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La fragancia de Valerón

Domingo, 1 de febrero 2015, 00:56

La UD crujió al Mallorca a cuenta de sus revulsivos. Cuando el partido se había puesto grosero, Paco Herrera acudió a soluciones incontestables. Valerón, Ortuño y Momo, incorporados en medio del trajín, desataron un huracán maravilloso que elevó al líder hasta el ajusticiamiento sobre la bocina.

Parece indestructible esta UD, capaz de virar las situaciones sin vértigo. No es la primera vez que reduce al oponente pese a concederle carrete y ventaja. Quizás vuelvan a repetirse sus crecidas con todo en contra. Por lo pronto, la jornada mantiene intacto el perfume de Las Palmas, al frente de la clasificación, sumando de tres en tres, disparada a la tierra prometida que no ha dejado de merecer desde que comenzó el galope. Para terminar enero, el examen volvió a tener curvas. A mitad de la segunda parte, los murmullos eran ostentosos. Ganaba el Mallorca y todos los caminos parecían sellados. Entonces Herrera tiró de género. De una tacada metió a Valerón y Ortuño. Luego, cuando restaba un último arreón para mandar a la lona al rival, señaló a Momo. El técnico no pulsó teclas. Directamente, tocó el piano. Porque entre el caudal de talento y fuerza que juntó en la cancha y las calamidades de un Mallorca que acabó para el diván, la UD resolvió a lo grande una faena de riesgo.

La remontada llegó al límite, aunque la espera en absoluto le resta merecimiento y brillantez. Los puntos se quedan donde deben. Ganó el mejor. El mejor de todos, dicho sea, a la luz de la realidad clasificatoria y, también, de la capacidad de someter a cualquiera desde la pelota y sus suertes. Ahí merece capítulo aparte Valerón, cuya reaparición fue agua bendita para sus compañeros. Valerón entró con un orden adverso y armó la mundial incrustándose por delante de la defensa y desplegando sus maniobras. Tan elegantes como efectivas. Una delicia para los ojos en el crepúsculo de su carrera. Camino de los 40 años, pellizca el corazón. No se queda en la estética El Flaco, arte en el que nadie le gana. Juega para el resto. Y eso, blindado al tiempo, decide y manda. Como ayer.

El Mallorca fue, exactamente, lo que se esperaba.Descolgado Asensio, con licencia para todo, Karpin dispuso un entramado con mucha gente por detrás de la pelota para esperar a la contra. Si ya resulta complicado discutirle la iniciativa a la UD, la complejidad aumenta en el Gran Canaria, territorio que domina a la perfección en espacios y dimensiones la gente de Herrera. Ayer, por lo que fuera, no le encontró el tono al partido Las Palmas, cuyas primeras noticias en el área rival no llegaron hasta la prolongación de la primera mitad. Dato ilustrativo a la hora de evaluar sus prestaciones. Pese a que en el césped coincidieron Viera, Nauzet, Culio o Araujo para un frente ofensivo afiladísimo, el equipo se partió extrañamente.

Apenas conectaron las líneas y la falta de ideas resultó inédita. No se recordaba semejante empanada desde hacía largo tiempo.Las ganas por agradar terminaron por mutar a precipitaciones de todo tipo. Demasiadas decisiones equivocadas y cierto caos organizativo. A Roque le vino demasiada ancha la banda. La gran novedad táctica no encontró cuajo y, desde allí, se encadenaron los desajustes. Inevitable que a Mallorca se le despertara el apetitio. Esperaba una avalancha y terminó por campar a sus anchas en un campo en el que frecuentemente pasan mala tarde los visitantes. En el caso del bando bermellón, todo lo contrario. Tuvo tiempo para avisar con una galopada de Bigas por el latifundio del dos. La parada de Casto resultó un presagio. Al rato ya nadie pudo evitar lo anunciado: el 0-1. Arana olió la sangre cuando descargó un zapatazo que sorprendió a todos. De repente, el peor escenario posible. Por abajo en el marcador y, lo más preocupante, pocos argumentos para levantar la cuestión.

El Mallorca dispuso de una fase en la que no terminó de creérselo, con la UD en pleno desconcierto. Rozando el descanso, Hernán rugió para reventar el larguero y probar al meta visitante, un espectador más anteriormente. Tras el paso por los vestuarios, un inicio tembloroso dio lugar al meollo. Arana vio una cartulina roja que descosió al Mallorca y, ya hasta el final, todo se inclinó hacia el área de Cabrero, quien evitó una pila de goles con paradas inverosímiles.

Ya con Valerón a los mandos, Ortuño cazó el primer balón que tuvo para enviarlo a la red en un movimiento de delantero centro a la vieja usanza. Recepción, búsqueda de sitio, paciencia, remate abajo y al palo. Nadie quería el empate. Había tiempo para mucho más. Y el asedio al Mallorca, ya rendido, alcanzó cuotas abusivas, con llegadas por todas partes y un serial de ocasiones.

El momento culminante estaba reservado para Momo, elegido para descorchar en el 90 luego de la enésima diablura de Araujo, infinito para forzar el penalti. Un gol para reventar de felicidad el del 2-1. Así estaba mandado.

Ficha técnica:

2. UD Las Palmas: Casto; Roque (Valerón, min. 66), Marcelo Silva, David García, Dani Castellano; Hernán, Javi Castellano; Nauzet Alemán, Jonathan Viera (Momo, min. 85), Culio (Ortuño, min. 71); y Araujo.

1. RCD Mallorca: Cabrero; Pau Cendrós, Kasim, Bigas (Agus, min. 35), Gulan; Joao Victor, Javi Ros (Bustos, min. 59); Pereira, Marco Asensio (Joselu, min. 76), Arana; y Xisco.

Goles: 0-1, min. 21: Arana. 1-1, min. 72: Ortuño. 2-1, min. 90: Momo, de penalti.

Árbitro: Pablo González Fuertes (Comité Asturiano). Expulsó por doble tarjeta amarilla a los jugadores visitantes Arana (minutos 23 y 61) y Pau Cendrós (74 y 89). Amonesto a sus compañeros Javi Ros (min. 45), Xisco (min. 53), Joao Victor (min. 78), Agus (min. 80) y Cabrero (min. 89); y el local Jonathan Viera (min. 46).

Incidencias: Encuentro disputado ayer en el Estadio de Gran Canaria ante 14.223 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del aficionado local Juan Carlos Orihuela, fallecido tras presenciar el anterior partido en casa, y de los periodistas Andres Ruiz y Adolfo Santana.

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