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La capital mundial de la felicidad

Lunes, 22 de junio 2015, 03:19

La UD ha vuelto. Es de Primera. Nunca debió irse. Con esta afición, nunca más se irá. El destino devolvió lo que había quitado hace justo hoy un año. Desde ayer el amarillo y azul lucen imbatibles en lo más alto. El cielo no podía esperar más.

El fútbol convertido en la felicidad plena, sentimiento sublime que desde anoche es patrimonio de la UD y su gente. Todo, a cuenta de un ascenso tan merecido como agónico, hasta el último instante miles de suspiros colgados en el aire, con la dosis dramática que convierte este día en uno de los señalados. Muchos podrán presumir algún día de que estuvieron allí, de que vivieron en carne propia el éxtasis de alzar los brazos al cielo porque su escudo volvía a figurar entre los mejores del país. Un alarido que recorrió Canarias entera poco antes de las 20:00 horas, cumplida ya la prolongación, y cuando el colegiado decidió que ahí se había acabado. Entonces, el estadio fue un volcán de alegría e inició una fiesta monumental, con los héroes sobre el césped envueltos en lágrimas, el graderío en combustión y un eco celestial en toda la periferia. La UD había cumplido el plan para, inmediatamente, propulsarse al infinito. De principio a fin hizo suya la causa sinadmitir contestación del Zaragoza. Un remate al larguero en la primera mitad y nada más. Ahí se quedó el cupo de sustos para el respetable, volcado a garganta viva con sus futbolistas a los que empujó sin descanso para alcanzar el resultado necesario, la frontera del paraíso. No hay debate en la justicia de la victoria, de la longitud del resultado, del destinatario de la gloria. La UD completó una de sus actuaciones más convincentes del año, que ya es decir en un equipo que gobernó la clasificación durante largo trecho. Sus jugadores pusieron tanto fútbol como corazón, absolutamente metidos en una faena trascendental y que competía con las urgencias históricas que, tiempo atrás, fueron una guillotina. No. El cupo de crueldad, la ración de llantos y la bandeja de lamentos se habían satisfecho doce meses atrás. Si Las Palmas estaba de nuevo en el encuentro decisivo era para ganarlo y con el resultado que necesitara. Uno, dos, tres o cuatro goles. En realidad daba igual la cantidad porque en el campo desfiló un ejército de guerreros que estaba preparado para lo que fuera. Y en un envoltorio total, con más de 28.000 incondicionales dispuestos a dar la vida para que llegara su aliento. Vaya si llegó. Y la película de acontecimientos resultó impecable.

Hay que hablar del partido aunque el fin todo lo justifique y entre la purpurina y el champán casi que se pasa por alto todo lo que ideó Paco Herrera. Asdrúbal como interior para desplazar a Hernán y Casto bajo palos en lugar de Raúl. Las novedades fueron mínimas. Sin Valerón, además. El resto, la receta habitual. Con un matiz mayúsculo: orden, simetría, pasión e intensidad en cuotas exactas. Se había demandado en la previa la obligatoriedad de controlar las emociones y de que todo lo que hubiera que decir fuese con la pelota. La interpretación que hizo la UD fue sinfónica. Sin diferenciar dorsales. Desde Casto hasta Araujo, del carril de Simón al del Ángel, de los dominios de Aythami a los pasillos que únicamente ve Viera. El arranque anunció lo que estaba por venir. Llegadas sustanciales al área de Bono, al que en los cinco primeros minutos ya le habían metido en la cueva con sendas intentonas de Araujo. Primero tenía que llegar el 1-0. Luego habría tiempo para más. Y la obviedad a ojos de muchos y que ha arruinado muchos proyectos fue dogma de fe en el comportamiento colectivo. Hasta la media hora, cinco remates con buen perfume buscando inclinar el asunto. Llegó lo deseado con un arranque de fiereza de Ángel, que interceptó el cuero en una contra del Zaragoza y, literalmente, se comió el campo con un carrerón que levantó a todos de la butaca. Ángel inició todo y, llegado el momento, cedió la responsabilidad a quien debía para que, desbocado Roque por la derecha, fuese el elegido para el toque final a la red. Antes de su ejecución, lujo de Araujo con un taconeo a Culio y éste, oteando el horizonte nítido, para que el teldense acercara el sueño. 1-0 y con una hora por delante, casi nada. Porque continuó la misma inercia, sin un paso atrás. Al intermedio el objetivo se tocaba con los dedos. Restaba un poquito más. Que llegaría, faltaría más. Hubo que mover ficha desde el banquillo y no contagiarse de lo que quería el adversario, ya de gelatina y agarrado al reloj. No ofreció más recursos el Zaragoza, cuyas noticias en el rectángulo de Casto se ciñieron a la primera mitad. No más.

Corrió el tiempo y algunas miradas ya eran vidriosas. Minuto 84 sin novedad hasta que una falta lanzada por Viera la redireccionó Aythami y Araujo, con la puntera en el segundo palo, empujado por el Gran Canaria en peso, alojó el balón en la red, y a la UD, en el Olimpo.

Ficha técnica:

2. UD Las Palmas: Casto; David Simón, David García, Aythami Artiles, Ángel López; Javi Castellano; Roque (Marcelo Silva, min. 88), Jonathan Viera, Culio (Ortuño, min. 73); Asdrúbal (Hernán, min. 58) y Araujo.

0. Real Zaragoza: Bono; Fernández, Vallejo, Mario Abrante, Rico; Basha (Lolo, min. 85), Dorca; Eldin (Javi Álamo, min. 46), Pedro, Jaime (Borja Bastón, min. 73); y Willian José.

Goles: 1-0, min. 33: Roque. 2-0, min. 84: Araujo.

Árbitro: Daniel Ocón Arráiz (Comité Riojano). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores locales Culio (min. 25) y David García (min. 90+4), y a los visitantes Pedro (min. 41), Mario Abrante (min. 64) y Javi Álamo (min. 68).

Incidencias: partido de vuelta de la final por el ascenso a la Liga BBVA disputado en el Estadio de Gran Canaria ante 28.232 espectadores, lleno total. Césped en irregular estado

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