Borrar

La Arista. Pepa Luzardo

Sábado, 14 de abril 2007, 23:29

Sin duda ayer fue uno de esos días en los que la alcaldesa pudo disfrutar del éxito, aunque empañado por polémicas protocolarias que producen más ruido que otra cosa, porque contra viento y marea, ayer uno de los proyectos más deseados de esta ciudad vio la luz. Un proyecto que para Luzardo se ha convertido en el símbolo de su propuesta para la ciudad; en el símbolo de su habilidad para manejar los grandes proyectos y en el símbolo de su éxito personal sobre la adversidad política con la que ha afrontado su ya largo recorrido. Hay perfiles políticos de difícil encuadre, y el de Luzardo lo es porque, en muchos ámbitos de opinión y en su partido (más que en ningún otro cenáculo), le han puesto la injusta etiqueta de la incompetencia, rayando, en algunos casos, en el desprecio político. Las palabras ayer de Magdalena Álvarez, en las que aludía a el «nivel» de la alcaldesa, ponen de manifiesto, su mal estilo político, y hasta donde ha llegado esa percepción.

Pero el Teatro y el Scalextric son hoy para Luzardo un monumento que debe dedicar a los que no creyeron en ella, a los que le negaron el pan y la sal, especialmente en su partido, el PP, en el que siempre la han considerado una «peligrosa segunda». Y es que nadie daba un duro por la hoy alcaldesa y candidata a repetir. Igual que otros miembros del PP, ha tenido que sufrir la injerencia permanente de sus superiores, que pensaban de ella «que no sería capaz», que «los lobos se la comerían».

Pero la paciencia, la constancia, grandes dosis naturales de inocencia, mucha pasión política y eficacia, han sido sus mejores armas para proclamar su independencia y su madurez política, como ha hecho en esta última etapa, ya consolidada en el sillón de la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, el buque insignia del PP y, precisamente, el único espacio público liderado por los populares en Canarias en el que sus dirigentes no ha pisado ningún charco que los embarre.

En su trayectoria política, Luzardo no se movió de su sitio cuando pudo hacerlo en 1992. Como Juana de Arco, permaneció impasible, mientras sus compañeros de partido hacían y deshacían mayorías. Ella se quedó sola frente a todos, defendiendo sus siglas. La política es injusta y la recompensa a sus esfuerzo tampoco fue reconocida en ese momento. Su trabajo en el Ayuntamiento sirvió para llenar de votos el saco que puso un desconocido José Manuel Soria, quien llegaba de nuevo a la política como una gran esperanza. En la legislatura de la mayoría absoluta se quedó otra vez de segunda. En las crisis y en los momentos de mayor adversidad política, Pepa supo siempre nadar y guardar la ropa, esperando su oportunidad. Pero también, sin publicidad, echar los arrestos necesarios para imponer sus criterios. Todos pensamos que en el estanque de los tiburones en el que se metía, después de optar por Soria como presiente del PP, se la comerían. Y de hecho así fue en la primera etapa de su mandato, cuando muchos de los interlocutores naturales de la alcaldía pasaban a despachar por Bravo Murillo, en vez de hacerlo en León y Castillo. Jugó nuevamente sus armas y obtuvo el respaldo de Aznar. El presidente del PP le brindó gustoso su apoyo para sustituir a Soria en la candidatura a la Alcaldía. Aznar aprecia, como nadie, la fidelidad y los contrapoderes. Aznar nombraba a los ministros por cuotas de poder, pero se reservaba en todos los ministerios los segundos y terceros escalones. Pepa era, en Canarias, uno de esos secretarios de Estado, destinado a ejercer el contrapoder al poder emergente de Soria. Y aunque no lo parezca, porque su natural intuición política le impone siempre callar, ha cumplido con el papel que le han encomendado. Ha sido alcaldesa a pesar de los pesares, defendió e impuso a su gente en sus listas, sucedió al alcalde que se consideraba insustituible; echó a los impuestos compañeros de partido; sacó sus proyectos para la ciudad; ha decidido por su cuenta las listas para las próximas elecciones; conserva sus influencias en Madrid y ahora... hasta Soria depende de ella y de su gran ciudad para su garantizar su cuestionada mayoría.

«Dios ayuda al inocente», dice un amigo, pero yo creo que la inocencia es la que recompensa a la vida; y a Pepa la ha recompensado de tal forma, que hoy le sobra el éxito. Un éxito labrado contra el rechazo, a base de mucho esfuerzo personal y de confianza en el trabajo; un éxito que deberá revalidar ahora en las urnas, que es el único recuento que cuenta.

Sigues a . Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 La Arista. Pepa Luzardo