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Golpe a la democracia

Domingo, 20 de diciembre 2015, 09:39

Vaya por delante que Mariano Rajoy no es mi político preferido ni está en la lista de las 100 primeras personalidades relevantes con las que me iría a tomar una cerveza una tarde en cualquier terraza de la Isla. Discrepo muchísimo de sus ideas políticas y la forma en la que ha gobernado, alejado de la calle, sus problemas, dramas y más pendiente de Merkel que de los que duermen cada día en cualquier cajero, portal o banco de nuestras ciudades.

Representa fielmente ese término tan usado en estos últimos tiempos de «la vieja política» en su máximo exponente. Encorsetado en la imagen clásica del presidente del Gobierno, inaccesible, sin dejar que le pregunten y se le acerquen... Numerosos ingredientes que pueden incluso generar animadversión o antipatía a algunos, pero nunca, jamás, despertar violencia.

La agresión sufrida en Pontevedra es un hecho deleznable, patético y totalmente repudiable. Un gesto vil, ruin y, sobre todo, cobarde hacia la figura del jefe del Gobierno español. A traición, sin la posibilidad de defenderse o evitar la agresión... Ese gesto fue un golpe a la democracia, al estado de derecho y a un país libre, demócrata y en el que sus ciudadanos pueden caminar por la calle sin miedo a sufrir violencia, secuestros, asesinatos, violaciones u otras conductas delictivas que son el desgraciado «pan nuestro de cada día» en numerosos rincones de nuestro planeta.

Pero la pena es que esta agresión es un fiel reflejo de una gran parte de la sociedad que eliminó la palabra «respeto» de su diccionario particular. Y también, incluso la clase política ha contribuido a esta oleada de crispación y agresividad cuando utilizan los insultos y descalificaciones como armas electoralistas. Un joven de 17 años dio un puñetazo en la cara al presidente del Gobierno de España. Y a pesar de todo, numerosas personas aplaudieron el gesto y vitorearon al agresor cuando fue detenido por la policía. Triste, demasiado triste. Puede que Rajoy haya hecho muchísimas cosas censurables durante su mandato, pero eso nunca puede justificar una agresión. Ni mucho menos. Me da pena leer en las redes sociales a personas que se alegran por este puñetazo. No se dan cuenta de la imagen patética que estamos exportando de España al mundo. Un país del primer mundo que aplaude actitudes tercermundistas. Así nos va... Y así seguiremos como no pongamos remedio.

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