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«Es para mí un honor, maestro»

«Es para mí un honor, maestro»

Ignacio S. Acedo/Alberto Artiles

Jueves, 1 de enero 1970

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La imagen de Juan Carlos Valerón recibiendo de manos de Germán Dévora el premio honorífico que apadrina el Maestro forma ya parte del patrimonio histórico del fútbol canario. Dos leyendas reunidas en un homenaje inolvidable que este jueves acogió CANARIAS7.

Valerón hace tiempo que se instaló en la cima. No necesita reconocimientos y hasta huye de protocolos y agasajos. Pero sí que le provocaba una especial ilusión un abrazo honorífico con Germán, uno de los referentes futbolísticos de toda época en Canarias y que, por iniciativa de este periódico, anoche le entregó el motivo artístico que desde hace seis años lleva su nombre y distingue al jugador más valioso de la UD Las Palmas durante una temporada. En esta ocasión, y a título de reconocimiento por una «trayectoria ejemplar y legado inigualable», como se hacía constar en la placa nominativa del trofeo, la coincidencia de ambos estaba más que justificada. Actos de este tipo tienen un valor excepcional. Dejan imágenes irrepetibles. Emocionan con vivirlos. Y CANARIAS7, con su director Francisco Suárez al frente, ejerció ayer de inmejorable embajada para la nostalgia. Al Maestro siempre se le ha echado de menos. Y por Valerón ya se agolpan las evocaciones únicas. Uno y otro unidos por una iniciativa que todos aplaudieron.

A la entrega de este premio conmemorativo a Valerón no quiso faltar nadie. Ni siquiera muchos de sus compañeros como Roque («nunca dejes de existir, Flaco»), David García («no nos dejes nunca»), Hernán Santana («has sido un referente en todos los sentidos») o los hermanos Castellano («has sido, sigues y seguirás siendo un ídolo»), quienes grabaron vídeos especiales con los que dejar constancia de su admiración y respeto por el Flaco. También un admirador como Vitolo, quien en mitad de sus festejos europeos con el Sevilla, no dudó en unirse al resto: «Eres el mejor jugador canario de la historia. Una pena que no hayamos jugado nunca pero ha sido un honor conocerte», dijo el jugador internacional. A Valerón no se le borró la sonrisa en ningún momento y asistió, iluminado, a la catarata de calificativos que le dedicaron. «Para mí es muy especial estar aquí y, también, un honor, recibir este premio por parte del Maestro. La verdad es que me siento muy contento de todas las muestras de cariño que no he parado de recibir desde que anuncié que dejaba el fútbol», expuso el gran protagonista del día.

Antes, en el turno de pláticas, Juan Moreno, propietario del archiconocido Bar Playa y presidente de la peña que lleva su nombre, Pacuco Rosales, el entrenador que le hizo debutar, Nicolás Ortega, vicepresidente de la entidad, y Germán Dévora, alfa y omega del club, ensalazaron su figura con generosidad y no dudaron en ponerle de ejemplo para las generaciones venideras. Todos coincidieron en señalarle como un futbolista único por su calidad y talante, además de subrayar que nunca perdió los valores sagrados de la humildad, el sacrificio y la deportividad.

Igualmente, Roque Díaz, quien acompañado por el entrañable Trona acudió en representación de los veteranos del club, le señaló como exponente perfecto por todo lo que ha reunido en su figura: «Gracias por tu fútbol, gracias por lo que nos ha dado. Los que sentimos en el corazón a la UD, los que tenemos este sentimiento en el fondo del alma, te agradeceremos para siempre los años que nos has dado y todo lo que nos has demostrado».

Y, cumplido el guion entre emociones a flor de piel, llegó el momento de que, junto a Germán, Valerón concitara toda la atención al recibir el motivo artístico al que presta su nombre El Maestro y que tendrá un lugar privilegiado en su galería de recuerdos. Un abrazo acompañado de sonrisas de ambos provocó una cerradísima ovación del auditorio que abarrotó el salón de actos de CANARIAS7.

El colofón perfecto para una tarde que quedará en la memoria de todos y que concluyó, adivinen, con la infinita paciencia de Valerón para atender mil y una peticiones de fotografías y autógrafos. Por algo es especial. Con la pelota alcanzó la excelencia. Y, ya sin el balón, nadie le supera en cariño, admiración y aprecio de la gente. Su mejor herencia ahora que únicamente consolará su recuerdo.

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