Encuestas y redes
Desde mi sofá. "Se avecinan unas Navidades muy divertidas, en las que los actores tendrán que quitarse la careta y demostrar quiénes son realmente y hasta dónde son capaces de llegar".
Si algo han vuelto a demostrar estas elecciones generales es que las encuestas y los sondeos previos a las puertas de los colegios electorales son un camelo. Una pérdida de tiempo (y de dinero, para quienes las encargan) absoluta. Si se mira con cierta perspectiva, es lógico. Piénselo por un momento. Le llama por teléfono o le asalta a la puerta de un colegio electoral un desconocido, que le pide que desnude ante sus oídos su intención de voto. Sin más. Algo que, salvo los afiliados o los que llueve o truene jamás cambian de bando, se hace en los círculos más íntimos. Y, a veces, ni en éstos, no sea que se generen tempestades que destruyan el estatus quo establecido. Otro tanto sucede con las redes sociales, el imperio del postureo, el lugar perfecto para hacerse el progre, el antisistema y el que está dispuesto a todo por acabar con ese viejo sistema que está podrido por la corrupción. Pero el día de las elecciones, cuando llega la hora de la verdad... todos para la playa, a ver fútbol y películas descargadas ilegalmente de Internet. Y que voten otros, que a mí me da pereza caminar 50 metros hasta el colegio electoral. Ya superada la noche electoral y de nuevo con la idea muy clara que hasta que no se deposita el voto en la urna, todo lo demás no son más que especulaciones inútiles, toca analizar lo acontecido. Y el resultado es un panorama político novedoso, casi ingobernable, salvo pactos que rompan, sin ambages, con todo lo prometido durante la campaña electoral. A priori puede parecer negativo, pero no lo creo. Es la situación perfecta para que los actores se quiten la careta de una vez por todas y demuestren quiénes son, a qué aspiran y a qué precio. ¡Qué navidades más divertidas se avecinan!