Borrar

Elogio de la mentira

Domingo, 15 de enero 2017, 00:00

Desafortunadamente, la mentira, no la piadosa sino la masiva, planificada e interesada, es protagonista de la política y de los medios de comunicación. Por un lado, líderes sin escrúpulos que manipulan la realidad y que presentan ante la ciudadanía situaciones deformadas o alternativas políticas completamente inviables; que defienden programas electorales destinados, exclusivamente, a seducir al votante, y que saben perfectamente que nunca podrán cumplir. Por otro, periodistas que mienten, deforman u ocultan hechos en beneficio de sus patrocinadores; y hasta algunos que recurren a la extorsión como forma de acceso a privilegiadas fuentes y, sobre todo, de ilícita financiación de sus propios bolsillos. Lo podemos observar con nitidez en los modos y maneras del electo presidente estadounidense, Donald Trump. Y en los dirigentes de los partidos populistas que crecen en la desnortada Europa sobre la base del racismo y de la xenofobia, de la explotación de los miedos e inseguridades; o, asimismo, en los promotores del Brexit con promesas que se tuvieron que engullir una vez confirmado su éxito en las urnas.

nada de nadia. Lo hemos podido ver, también, en un plano distinto, en la ficción montada por los padres de Nadia, esa niña enferma utilizada por sus progenitores como extraordinaria fuente de ingresos que les han permitido llevar una vida de lujo. Forjada gracias a una estafa sustentada en la solidaridad de donantes impactados por las dificultades de salud de la menor y de las posibilidades, por pequeñas que fueran, de afrontar en algún hospital estadounidense la cura de su minoritaria enfermedad (tricotiodistrofia). Cuando el diario El Mundo publicó hace casi dos meses un extenso reportaje sobre el asunto, mi hijo Himar me mandó un wasap remitiéndome el enlace a la información, titulada Cuando no hay nada para Nadia. Me señaló entonces que, a su juicio, el reportaje estaba trufado de contradicciones, zonas oscuras, manipulación emocional con intenciones mercantilistas, errores de bulto y falsedades tan baratas como la búsqueda por el padre de un experto médico mundial en una cueva de Afganistán. Acertó de pleno. Pocos días después se iba desvelando la verdad y desmontando el cuento que se tragó el periodista (y que hizo tragar a miles de personas, contribuyendo al incremento de la cuenta corriente de los impostores) sin la menor consecuencia. Como si este trabajo, el de periodista, no llevase aparejado una responsabilidad de contraste de la información. Hace unos años ayudé, modestamente, a la desarticulación de un bulo que todavía circula en las redes. Me refiero al de que España tiene 445.568 políticos, ni uno menos ni uno más, como en la canción de Carlos Puebla, triplicando ampliamente los de países de nuestro entorno sociopolítico. En el artículo (445.568 políticos y tres piedras), que alcanzó una enorme difusión, pese a ser publicado en mi modesto blog, La Tiradera, explicaba como se había engordado intencionadamente el número de políticos para poner otro grano de arena en su desprestigio. Se hizo incluyendo en la categoría de políticos a todo quisque: desde empleados de las empresas públicas o de los organismos de prevención de la violencia de género a personal de las cámaras de comercio o de institutos de investigación oceanográfica. Me preguntaba entonces, y me pregunto hoy, qué pensarían los ‘políticos’ del Centro Tecnológico de Ciencias Marinas de Taliarte, mientras investigaban políticamente sobre lubinas, doradas o bocinegros. También se consideraba políticos a los integrantes del catastro, bibliotecas y museos, y hasta agencias meteorológicas y entidades de trasplantes y donación de órganos, «así como agencias de cambio climático, entes de astronomía y astrofísica (nuestro Instituto Astrofísico de Canarias debe estar lleno de políticos de todos los coloresy estrellas), protección medioambiental y actuaciones en la costa o Instituto Cervantes». Les faltó incluir a los bedeles. Pese a la contundencia de los datos, en los foros recibí críticas e incluso insultos (esa es otra, el anonimato se ha convertido en barra libre para los desfogues de todo tipo de odios, de la irreflexión y de la ausencia de análisis) de decenas de personas que consideraban que lo de los 445.568 era real y que no pensaban cambiar su posición se demostrara lo que se demostrara. Estos días la historia se repite con la polémica generada tras el abandono de un televisivo programa de debate por el economista Juan Torres López. Se produjo tras la reiterada insistencia del periodista Eduardo Inda sobre la pertenencia de Torres a Podemos. Quien haya seguido en los últimos años al profesor y leído sus reflexiones sabe que las acusaciones de Inda son completamente falsas, al margen de que Torres López tiene todo el derecho a formar parte o apoyar a cualquier formación política.

error de iglesias. Si bien es conocido que, junto a Vicenç Navarro, Torres inicialmente colaboró con la formación morada en la elaboración de su programa económico, pronto se distanció y son muy críticas sus opiniones sobre Podemos. De hecho, fue uno de los firmantes del manifiesto “Por un Gobierno de Progreso. Por un acuerdo de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos”, considerando un error la negativa de Pablo Iglesias y señalando que esta, al posibilitar otro Ejecutivo conservador, daña a los sectores más débiles de la sociedad. Esas circunstancias, más que contrastadas, no impidieron a Inda mentir en el programa de marras. Ni seguir haciéndolo los días posteriores en el medio digital que dirige. Constituye un ejemplo más de un extendido y peligroso elogio de la mentira, en los ámbitos políticos y mediáticos. Un elogio de la mentira que amenaza con convertir a las democracias en frágiles envoltorios sin contenido alguno, que quita credibilidad a la política y a las instituciones, desprestigia por completo al periodismo y degrada a las sociedades, situándolas en mínimos éticos difícilmente soportables. Resultando, en fin, un excelente abono, un esencial fertilizante, para el crecimiento y consolidación de los más variados autoritarismos.

Sigues a Enrique Bethencourt. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 Elogio de la mentira

Elogio de la mentira