Borrar

Ellos mismos

Sábado, 17 de marzo 2012, 00:00

Edgar Morin, filósofo francés cuyos libros se han convertido en los últimos tiempos en best sellers y referencia para los movimientos que han protestado en diversas partes del mundo contra la corrupción y la degradación democrática, anduvo esta semana por Madrid y allí dijo: «Es preciso revitalizar la democracia, recuperar la confianza de los ciudadanos en el sistema y en los cargos electos. Sin embargo, la sensación es que se marcha en el sentido contrario».

Desde hace no poco venimos oyendo y constatando que la política ha dejado de ser una actividad de prestigio, que ha pasado a generar más luces que sombras y que la ruindad y el encanallamiento se ha enseñoreado en ella, lo que ha desembocado en el descreimiento y el divorcio de una parte muy significada de la ciudadanía con ella y con los que a ella se dedican. De ahí que una y otra vez desde todos los sectores oigamos que, por higiene democrática, es preciso activar conductas, maneras y mecanismos que recuperen la integridad, los bolsillos de cristal y las manos limpias que pongan fin a esta peligrosa rueda de la sospecha.

Sin embargo, los hechos y las palabras de ellos mismos, los políticos, se empeñan en darle la razón a Edgar Morin, porque no sólo no corrigen la malsana deriva sino que, al contrario, se empecinan en dar más pábulo a la sospecha que a la confianza. Resultado, han colaborado, y con denuedo, a que estemos en una sociedad que ya sospecha hasta de sí misma. ¡Qué triste!

Una muestra de las malas artes y maneras oída esta semana. El presidente del Cabildo de Fuerteventura, Mario Cabrera, en su encomiable, y que entiendo, cruzada contra las prospecciones petrolíferas en aguas cercanas a las costas majoreras y conejeras, no dudó en afirmar que el ministro de Industria, Energía y Turismo, el grancanario José Manuel Soria, ha apostado decididamente por autorizar la actividad petrolera porque de esta manera se garantiza en un futuro su puesto en el Consejo de Administración de Repsol.

Que las compañías del sector energético han sido un buen y magníficamente remunerado echadero para exaltos cargos políticos relevantes es indiscutible, la nómina es alta y la que fuera vicepresidenta en el Gobierno de Zapatero, Elena Salgado, es el último ejemplo, por no hablar de la carajera de hace dos días con el fugaz nombramiento del marido de María Dolores de Cospedal; pero sí cuestiono, habiendo tantos y pesados argumentos para defender las tesis antiprospecciones, que un responsable político peque de incontinencia y no tenga reparo en poner en duda, con una presunción, la honorabilidad de alguien que, como él, también anda en los menesteres políticos, dice bien poco de la consideración que se tienen y, sobre todo, refrenda la extendida tesis de que los que están en política están no para servir la ley sino para servirse de ella. ¡Si ellos mismos lo dicen, si no tienen reparos en afirmar que la política no es honesta, cómo revitalizar la democracia, cómo recuperar la confianza de los ciudadanos en el sistema y en los cargos electos, qué no va a pensar la ciudadanía! ¡Qué pena!

Del arte de gobernar, y también de opositar, al de denostar, agraviar, estigmatizar. Así no.

Sigues a Vicente Llorca Llinares. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 Ellos mismos