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El antropólogo, crítico y profesor de estética es un referente dentro del arte contemporáneo internacional. Este discípulo aventajado de Claude Lévi-Strauss ofreció una conferencia en el CAAM.
Me llama la atención el título de su conferencia: un Rembrandt como tabla de planchar... Parece que en la postmodernidad una cosa y otra son valores equiparables. La postmodernidad es como la meteorología. Tengo una definición que es una broma: es una época en la cual todo está eternamente en el final del proceso, pero el final no llega. La modernidad está ligada a la revolución industrial. Valorar un Rembrandt como una tabla de planchar, es una cita de Duchamp, pero la segunda parte de la premisa, la de apreciar una tabla de planchar como un Rembrandt, es una broma mía.
Cualquier cosa es arte si lo decide el artista, ¿no? En el texto de la exposición de Ron Gorchov, por el que siento gran admiración y respeto tiene 80 años, incluyo una idea crucial para mí. Indico que el término arte es inapropiado hoy. No sé cómo llamar a estas cosas.
Entonces, ¿está de acuerdo con Danto cuando habló de la muerte del arte? Sí, pero cuando Danto habló, años después, escribió el libro sobre Warhol, cambió e intentó abrir un proceso de restauración de Warhol. Una noche, en Nueva York, el gran crítico David Sylvester me dijo: sé que tú tienes una postura ambigua con Warhol, pero, ¿sabes qué es? No es un artista, es un profeta. El carácter inapropiado del término arte es que se emplea para todo y para una gran cantidad de creadores que se consideran artistas. Mi amiga Dominique de Menil observó que había más artistas que fontaneros y electricistas.
¿Lo que vemos en un museo contemporáneo son fetiches? Fetiche es el último valor, el último estadio. Son fetiches porque son dinero. Son el producto de la voluntad de una persona que, normalmente, quiere entrar en un largo proceso económico. Este es el origen de esta actividad que se llama siempre, inoportunamente, creación estética. La idea de hacer dinero con estas cosas tiene una ambigüedad, porque el creador lo hace impulsado por un deseo y podría ganar dinero con otro trabajo. Esta contradicción se cubre pronto de razones simples: que el objeto está bien y tiene un precio. Es una forma de legitimar esta ambigüedad.
¿Qué opina de la arquitectura espectacular y escultórica? Un ejemplo paradigmático puede ser el Guggenheim de Bilbao de Frank Gehry. Cuando se lo propusieron a algunos amigos, su reacción fue decir que no podían ocupar el espacio. Gehry respondió que quería ser como Brunelleschi. La arquitectura espectacular tiene una gran relación con el enorme proceso de lo que se llama turismo y con capitales que intentan llamar la atención con construcciones absurdas.
¿Se pasará de moda? La moda tiene obligaciones con el tiempo histórico y cambia cuando fracasa. Con la crisis, la ausencia de posibilidades, la violencia de los que no tienen para vestir a su familia, no se pueden hacer edificios espectaculares y feos. ¿Por qué voy a hablar en Chicago de Louis Khan? Hoy no se puede construir como lo hacían los romanos y griegos, templos imponentes con presupuestos de los creyentes. Existen buenos y modestos arquitectos en este país, pero cuando se amplió el Reina Sofía se llamó a Jean Nouvel, que hizo una locura.
¿La crisis cambiará el capitalismo? El cambio siempre necesita violencia y el sistema tiene una capacidad enorme para contener la violencia a través de los medios. Además no hay alternativa al capitalismo. Antes estaba el socialismo. Hoy no hay nada. El pueblo tiene una paciencia infinita y para que haya un cambio se tendría que agotar.
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