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El origen naval de la bandera de España

Martes, 13 de octubre 2015, 01:00

Más allá de la celebración de la Fiesta del Pilar, de la Patrona de la Guardia Civil, de la tan traída y llevada Fiesta de la Hispanidad o de la Raza, en la actualidad el 12 de octubre es la Fiesta Nacional de España, tal como dispone la Ley promovida en 1987 por el gobierno de Felipe González. Novedosamente, y mucho más allá de lo que representaba cuando también fue establecida como tal bajo el reinado de Alfonso XIII, a propuesta del gobierno que presidía Antonio Maura, la actual declaración de esta solemnidad resalta que la «conmemoración de la Fiesta Nacional, práctica común en el mundo actual, tiene como finalidad recordar solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social común, asumido como tal por la gran mayoría de los ciudadanos» y, sin olvidar la «indiscutible complejidad que implica el pasado de una nación tan diversa como la española», pide a todos los ciudadanos que «ha de procurarse que el hecho histórico que se celebre represente uno de los momentos más relevantes para la convivencia política, el acervo cultural y la afirmación misma de la identidad estatal y la singularidad nacional de ese pueblo» A tenor de esta iniciativa que emana del propio texto legal vigente se puede conmemorar este día, como también se hace solemnemente en otros países democráticos de nuestro entorno como Francia (14 de julio), Estados Unidos (4 de julio) ó Italia (2 de junio), recordando los orígenes de uno de sus principales símbolos, la bandera nacional, pues, desde tiempos remotos que se pierden en la noche de los tiempos, y tal como ha sugerido José Fernández Gaytán en sus estudios vexilológicos de la armada, los seres humanos, agrupados en familias, tribus, pueblos, etc, utilizaron en muy diversas circunstancias signos convencionales que les identificaban y que estimulaban su valor y su concepto de sí mismos, unos símbolos que, andando el tiempo y tras muy diversas transformaciones, llegaron a lo que en todos los países es la actual bandera. Curiosamente, y esto es importante subrayarlo en un entorno donde todo lo relacionado con la mar tiene una enorme trascendencia, incluso la bandera canaria, e incluso las insulares de Gran Canaria y Tenerife, también vinculan el origen de sus colores con el de otras antiguas enseñas marítimo-portuarias, la bandera de España tiene su arranque en una bandera o enseña marina, en un signo convencional que buscaba identificar perfectamente a los buques de la Armada Española frente a las de otros países europeos, como Francia, Gran Bretaña, Sicilia ó Toscana, que también utilizaban un enorme paño blanco sobre el que se situaba el escudo de la casa real reinante, lo que dificultaba enormemente su identificación en la mar. Por ello un monarca como el ilustrado Carlos III, que antes había sido rey de Nápoles, donde ya había percibido este problema, convoca con urgencia en 1785 a su Ministro de Marina, Antonio Valdez y Fernández Bazán (Burgos, 1744 - Madrid, 4 de abril de 1816), para buscar una solución a este problema. Tan ilustrado marino, cuarto Capitán General de la Real Armada, presentó al rey, tras convocar un concurso de ideas, doce propuestas diferentes de las que el propio Carlos III escogió la compuesta por dos barras rojas y una amarilla (lo de gualda es una media cursilada introducida por unos pocos exquisitos), aunque, dado que se trataba de una solución para la identificación de buques en la mar a larga distancia, dispuso que la franja amarilla fuera el doble de ancha de las dos rojas. El origen de este diseño no se conoce, aunque los colores rojo y amarillo fueron una constante en las antiguas enseñas y escudos de los reinos de Castilla y Aragón, y además la enseña de la Marina de Aragón entre 1263 y 1516 fue un enorme pendón de barras rojas y amarillas, similar al que lucen en la actualidad las banderas autonómicas de Aragón, Cataluña, Valencia ó Baleares (territorios del antiguo Reino de Aragón). La Guerra de la Independencia hizo que el uso de esta bandera, reservada hasta ese momento a los buques y dependencias en tierra de la Armada, se utilizara en tierra, quizá al desembarcarse muchas unidades para intervenir en batallas terrestres o en la defensa en fortificaciones gaditanas y de la Isla de León, o incluso para diferenciarse del gobierno de José Bonaparte que siguió utilizando como bandera el paño blanco sobre el que situó su escudo. Sería durante el reinado de Isabel II, posiblemente para resaltar los nuevos tiempos que todos querían que se abrieran tras la época absolutista de Fernando VII, cuando un Real Decreto de 13 de octubre de 1843 dispuso que esta bandera roja y amarilla pasara a ser la enseña nacional y como tal ondease en todos los edificio oficiales y militares permanentemente. A partir de ese momento, y sólo con la salvedad de los años de la II República, cuando el color rojo de la banda inferior se sustituyó por el color morado, de los comuneros castellanos que se enfrentaron al rey Carlos I (aunque como ha señalado Juan Eslava Galán eso creyeron ellos, pues la enseña tradicional castellana era rojo grana ó carmesí, y el morado adoptado por los republicanos en realidad era el color del pendón del Conde Duque de Olivares, aunque tampoco es algo que tenga mayor importancia), la bandera nacional ha mantenido su diseño y sus colores, cambiando sólo los escudos que se ponían sobre ella; pero los escudos, aunque normalmente luzcan junto con la bandera, son un símbolo independiente, y esa es otra reflexión que merece página aparte. Por el momento, a propósito de este Día Nacional de España, cuando su enseña cumple 172 años de su oficialización como bandera del Estado y 230 años desde su creación por Carlos III, recordemos en estas islas el origen y uso naval que tuvo este símbolo.

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