El ecuador de la Semana santa
Prudencio Morales, al hablar del Señor de la Caída describía cómo «va saliendo el guión, rojo oscuro. Aparece un sacerdote, con blanco roquete, de ojos inquietos, de movilidad nerviosa; mira a todas partes, se fija en el cielo. Algunas nubes de intenso cenizo prodúcenle sobresalto, pero le tranquiliza la calma grata de la tarde y sosiégale el reposo de la palmera de la esquina. D. Pedro Díaz está en la calle, saldrá la Procesión del Encuentro». Procesión popular donde las haya nos aparece en todas las memorias y crónicas que encontramos en los viejos papeles isleños, o en el magnífico primer pregón oficial de Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria, pronunciado en 1948 por el profesor y escritor Ignacio Quintana Marrero, quién resaltó cómo en la Plaza de Santo Domingo, llena de gente, aparece «Cristo bajo el sagrado madero, quemado de pena, caído, humillado bajo la gravedad de la iniquidad humana. Jesús con la Cruz a Cuestas apurando el camino del dolor. Simón de Cirinea le ayuda a portar la Cruz. Pero el caído es Cristo». Le seguirán, por distinto camino, las santas mujeres que le enjugaron el rostro y el ungieron sus pies adorables. Por otra parte el discípulo amado, el evangelista, y aquella Virgen, Madre Buena, culmen de dolor, a la que la orquesta y coro le presta su voz para que nos diga con rotundidad: «Todos los que desandáis los caminos, mirad si hay un dolor semejante a mi dolor». Es el paso a paso por las viejas calles, por la del Seminario y Dr. Chil, Espíritu Santo y San Marcial. Entre rezos y cirios, de la Dolorosa de Vegueta y El Señor con la Cruz a cuestas. El Miércoles Santo era el día de El Encuentro o de la procesión de El Paso, una representación sagrada del encuentro de Cristo con las santas mujeres, que se escenificaba en la Plaza de Santa Ana con acompañamiento de música y de un enorme gentío, que solía exclamar su asombro al unísono cuando el trono de La Verónica se acercaba al del Cristo de la Caída como se le conocía antiguamente y desplegaba un pañuelo con el rostro de Jesús, en señal de haberle secado el sudor de su cara; de ahí el nombre de procesión del paso, por ese tradicional género dramático en un acto muy popular entre los siglos XVI y XVIII, por lo que no es de extrañar que Quintana Marrero, en su pregón de 1948, añadiera a ello cómo «lloran los violines y solloza el violoncelo y gime el contrabajo y el armonium sintetiza el llanto de la Madre de Jesús». En la actualidad, y desde hace unos años, este acto ha sido recuperado por una cofradía nueva, pero muy activa y eficaz, la Ilustre e Histórica Hermandad del Santo Encuentro de Cristo y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo con la Cruz a Cuestas y Nuestra Señora de Los Dolores. Hay que resaltar cómo casi todas las imágenes de esta tarde son de Luján, el Cristo, San Juan, La Verónica (son tantas sus obras en las procesiones que el escritor grancanario Domingo Doreste Fray Lesco le llegó a nominar como el primer predicador de la Semana Santa de Las Palmas), aunque La Magdalena fue tallada por el artista grancanario Silvestre Bello. Sus nazarenos con túnica de ruán negro ceñida de esparto para acompañar al Cristo, o junto a la Dolorosa con túnicas rojas con cordón de seda-marfil y capa negra, llenan la tarde noche veguetera junto con los dos magníficos tronos en madera sobredorada fabricados en 1960 y 1961 por la casa Rodríguez Sanz de Málaga, que rivalizan en belleza con el que procesiona San Juan, diseñado en 1988 en estilo neogótico por el grancanario Julián Cirilo Moreno. Abre el cortejo una espléndida cruz de guía que apostilla el notable Miércoles Santo de Las Palmas de Gran Canaria. También esta noche del miércoles, y desde hace ya veinticuatro años, sale en procesión La Virgen de Los Dolores de Triana, acompañada de su Hermandad Sacramental y Cofradía, de la que es Hermano Mayor José Luis Rivero Morales, de una representación de la Armada Española, en recuerdo de los antiguos mareantes que tuvieron cofradía en este templo, de su pregonero, que este año lo ha sido brillantemente el periodista Santiago García Ramos, que hace su estación de penitencia a la iglesia de San Antonio de Padua; un hermosísimo y muy devoto procesionar que ya ha calado hondo en su barrio trianero y en toda la ciudad. Conviene no perderse su soberbia salida de la Ermita de San Telmo, sobre las 19 horas o la subida por la antigua calle Travieso.