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El Castillo de La Luz, su alcaide y la Artillería

Jueves, 1 de enero 1970

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El Castillo de La Luz, uno de los monumentos históricos más representativos, y diría que más antiguos, de Las Palmas de Gran Canaria en particular y de Canarias en general, que ya fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1941, ha vivido una emotiva jornada de reconocimiento con la celebración, por segundo año consecutivo, del homenaje a los artilleros que defendieron la ciudad en todos los tiempos y con el nombramiento de un nuevo Alcaide, el del Jefe del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 94, unidad asentada en La Isleta, en la actualidad el coronel de artillería Miguel Mendiguchía Mena, que ahora sin responsabilidades defensivas desde esta antigua fortaleza representará y contribuirá a revalorizar todo lo que este monumento significó para la historia grancanaria y lo que hoy representa para el orbe socio-cultural e institucional de esta capital. Un nombramiento acertado con el que el Ayuntamiento capitalino atiende también las propuestas hechas en este sentido por la Comisión de las Tradicionales Fiestas de La Naval y de las entidades socio-culturales y deportivas integradas en Asoclub de Gran Canaria, así como de numerosas personalidades del mundo cultural de la ciudad, que veían como este nombramiento, vacante desde el fallecimiento del anterior Alcaide, el inolvidable y siempre querido Manolo García, que cumplió ejemplarmente con esta distinción desde su nombramiento en la década de los años ochenta del siglo pasado, podía y debía llenarse con quiénes hoy representan directamente la presencia histórica e ineludible de la Artillería  durante siglos y en momentos señeros de la historia de Las Palmas de Gran Canaria. El Castillo de La Luz, histórico y verdadero baluarte artillero de esta ciudad y su Puerto de Las Isletas, se edificó enclavado en el corazón de la Bahía de las Isletas, un lugar que  se convirtió, desde la misma fundación de la ciudad, en punto neurálgico para su defensa, por lo que muy pronto se decidió la construcción de una fortaleza que garantizara la seguridad de aquel puerto natural. La obra se comenzó en 1494, por orden del gobernador Alonso Fajardo, en las inmediaciones de la pequeña torre de vigilancia que habían levantado las fuerzas de Juan Rejón tras su desembarco en junio de 1478. Sus gruesos muros se ubicaron sobre un arrecife a la orilla misma del mar, por lo que, con la pleamar, quedaba aislada de su acceso a tierra. Contaba con dos plantas, más una azotea o patio de armas, donde se emplazaba la artillería. El mando estaba encomendado a un alcaide, que disponía de seis artilleros y un grueso de tropa que variaba según la época y las necesidades del servicio. Una Real Cédula de 1545 dispone que se entregara el Castillo de La Luz al Concejo y  que aquella corporación municipal nombrara sus Alcaides. La Real Cédula dada en Valladolid a 28 de febrero de 1545 insistía en que el Consejo tuviera a su cargo «poner de su mano en la dicha fortaleza por alcaide della persona que sea hábil é suficiente y en quién concurran las cualidades necesarias» Entre los muchos Alcaides que ocuparon este puesto de mando se pueden recordar a Hernando de Espino (1556), a Serafín Cairasco de Figueroa (1595), al Alférez Alonso de Cárdenes (1603), al Capitán Antonio Lorenzo (1621), al historiador y Alférez Pedro Agustín del Castillo (1697), al Capitán Esteban de Cabrejas Sopranis (1720), al Capitán Fernando del Castillo Ruiz de Vergara (1733), ó al Capitán y afamado cronista Isidoro Romero Ceballos (1787). Una tarde y una conmemoración histórica memorable junto al Castillo de La Luz, que no culminó con las salvas de artillería, disparadas por cuatro cañones de comienzos de siglo XX, y con el desfile de las tropas artilleras del Regimiento de Artillería Antiaérea Nº 94, sino que continuó en la Eucaristía en la Iglesia de la Virgen de La Luz, en la que el Coronel de Artillería y nuevo Alcaide del Castillo entregó una imagen en plata de Santa Barbará para el trono de la Virgen, acompañándola luego en su procesión portando el bastón de mando de Alcaide, donado por ASOCLUB de Gran Canaria, que le fue entregado por el Alcalde de la Ciudad, Juan José Cardona, junto con el artístico y elegante título de su nombramiento. Recordé entonces los versos de Cairasco de Figueroa, del Canto Heroico que dedicó a la victoria de Gran Canaria sobre la poderosa armada de Francis Drake en octubre de 1595, en los que canta como «La pólvora flamígera/ de ambos castillos bélicos/ con tal furor impelen globos cálidos,/ que la nación armígera,/ los soldados satíricos/ volvieron de temor los rostros pálidos», lo que sin duda fue decisivo en «una victoria de tan alto crédito», que ahora se ha conmemorado justa y solemnemente en el marco más adecuado para ello, el de las tradicionales fiestas de La Naval.

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