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El agua, pregón y fiesta isleña

Sábado, 5 de julio 2014, 01:00

Pregonar es llamar a la fiesta, es convocar a los sentimientos más propios e íntimos de una comunidad, es pulsar las cuerdas más sonoras de la alegría, es conectar con el ser y sentir de una isla y de sus gentes. Y mucho de todo ello pude sentir y disfrutar el pasado viernes 4 de julio cuando Larry Álvarez, Coordinador General de Cultura, Patrimonio Histórico y Museos del Cabildo de Gran Canaria, pero sobre todo y ante todo un grancanario que en su cantar teroreño se reconocía un hijo más de esa entrañable comunidad que, como resaltó, «llevo en mi corazón y presumo de que la mitad de mi sangre de este pueblo proviene», pregonaba, y en ello tanta nostalgia se le agolpaba en su pecho, la antigua y tradicional Fiesta del Agua en Teror, la fiesta íntima y más propia de los teroreños, la que, aún compartiendo generosamente con todos, consideran como particularmente suya, propia de esta Villa Mariana, de su ser y sentir. Reconozco que acudo a los pregones, incluso a los míos, siempre con enorme desasosiego, con prevenciones, la mayoría de las veces infundadas, pues temo que el pregón sea de todo menos esa llamada y convocatoria a la participación y al compartir tradiciones y costumbres en las que se ensamblan plásticamente unas fiestas que son expresión de un pueblo, de una comunidad que a través de los siglos ha conformado en ellas gran parte de su identidad. Y, sin embargo, me llevé una gratísima y honda satisfacción al ver como Larry Álvarez hacía del agua un canto hondo y elocuente que pregona toda verdadera expresión de alegría y festejo que puede identificar al isleño en sus esencias más propias, por lo que no dudaba en resaltar como la «Fiesta del Agua o Pino Chico, es esta nueva cita con San Isidro una buena ocasión para resaltar como merece, y advertir sobre su correcta protección, el rico patrimonio hidráulico existente en Teror y que supone el 40% de todos los bienes patrimoniales registrados en la Villa». Y me recompuse en mi asiento del magnífico Auditorio de Teror, donde luego sonarían alegres y atronadoramente festivas las canciones del grupo Araguaney, con especial delicadeza la Malagueña Margariteña con la que nos hicieron cruzar el Atlántico o la sonoridad luminosa de Caminito de Teror, pues sentía que allí se pregonaba, que allí se cantaba y emplazaba a las esencias festivas del agua como germen de vida y esperanzas que corre por las mismas venas de los isleños, «Agua, siempre agua Por donde nuestro ojo apunta, por donde nuestro oído escucha. Y agua en los nombres de los pueblos de Gran Canaria, Agualatunte en San Bartolomé, Inagua, entre La Aldea, Tejeda y Mogán, y Aguatona en Ingenio, o en Caideros en Gáldar y mucho más cerca, en Madrelagua, en Valleseco». Y de nuevo en sus palabras pregoneras, que desde una ejemplar serenidad rebosaban de emoción y de sentimientos contenidos, volví a percibir como en Teror el «agua» es además esa corriente por la que fluye su historia, el devenir de sus aspiraciones y sentimientos más propios, el cauce que segrega todo su potencial de ayer, de hoy y de siempre para el trato humano racional, la acogida cálida de las personas y el ejercicio riguroso del diálogo que siempre ha señalado a la Villa Mariana y sus gentes y que le permite exhibir una magnífica imagen ante quienes les conocen, les admiran y les visitan. Algo que se demostraba no sólo en el contenido del pregón de Larry Álvarez, sino en su mismo talante como terorense por madre, por infancia allí vivida y por sentimientos mantenidos a través de toda una vida, convocado todo ello, a modo de tótem sagrado en ese nisperero que plantó hace 40 años en Cueva Gacha, en el Palmar, «y que el agua que lo ha alimentado estos años es pieza clave para crecer, para florecer, para vivir». La Fiesta del Agua 2014 en Teror han abierto sus puertas, y la llave la han traído este año las palabras alegres, emotivas, hondas y elocuentes del ser y sentir festivo, isleño y terorense de Larry Álvarez que sin duda, en una acertada y magistral cita de André Malraux, dio también una oportuna e imprescindible lección al proclamar, al hacernos ver, que debemos cuidar y mimar muchísimo esta herencia festiva que tenemos entre nuestras manos, pues «la tradición no se hereda, se conquista», algo que Teror sabe hacer con sabiduría innata año tras año en estas Fiestas votivas en honor de San Isidro, un verdadero patrimonio de Gran Canaria.

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