Dos ex bajan de la nube al campeón
«Campeones, campeones, oeoeoe!», ese fue el cántico con el que la marea amarilla recibió a sus héroes en el calentamiento después de la gesta en la Supercopa Endesa. El Arena fue toda una verbena como ya se preveía en los prolegómenos del choque. Con la conquista del primer título, la apertura de la Liga y el derbi insular, se unieron todos los condicionantes para que la gran fiesta del baloncesto comenzara por todo lo alto en el pabellón grancanario. Además, la bonita iniciativa del club de proveer a cada butaca con una camiseta conmemorativa le dio aún más color si cabe al duelo baloncestístico canario de referencia por excelencia. Todo para nada. El festejo terminó trasladándose a la isla vecina. Sin la chispa de otros días, ni en ataque ni en defensa, el Herbalife tuvo que tirar de otros registros para intentar tumbar a un aplicado Iberostar, pero no fue suficiente. El de ayer era un Granca desconocido que, viéndose superado en lo colectivo por el Iberostar, tuvo que irse al plan B. Una vía que encarnan, sobre todo, los recién llegados. En un juego mucho más individual que de costumbre, los Bo McCalebb, Royce O’neale y Darko Planinic se echaron el equipo a la espalda en la primera parte y activaron a un Gran Canaria que parecía acusar la resaca de la Supercopa. Ya lo había avisado Casimiro en los días previos al partido: «No ha sido la mejor semana para preparar el partido». Y vaya si lo acusó ayer el equipo. El Iberostar exhibía un juego mucho más coral, moviendo bien el balón y creando situaciones de tiros continuamente. Con ganas de aguar la fiesta de su vecino, los de Txus Vidorreta no le perdieron la cara al partido en ningún momento, y ni la falta de su capitán Nicolás Richotti, ni su condición de equipo inferior cortaron las aspiraciones al equipo tinerfeño, que tuvo al final un premio tan inesperado como merecido. El partido se movió durante los 40 minutos en un puño. El representativo se movía por impulsos, momentos de inspiración y empujes de la grada, mientras que el Iberostar Tenerife respondía con la fuerza del equipo. Un duelo de poder a poder que se iba a decidir por pequeños detalles. La inoportuna lesión de McCalebb, de más a menos en el partido, restó considerablemente el potencial local. Además, el conjunto de Casimiro no defendía con intensidad y eso permitía al Iberostar desplegar un juego combinativo que desarbolaba con demasiada facilidad a la defensa claretiana. Cuando peor lo pasaba el Granca emergió la figura del que siempre aparece, del que nunca falla, del alma, del capitán, de Eulis Báez. A falta de jugadores grancanarios y con los profundos cambios que sufre el conjunto amarillo cada temporada, el veterano ala-pívot es de los que más asimilado tiene el sentir de la rivalidad entre islas. Con arengas y puntos, el dominicano levantó a los suyos y dio esperanzas a una afición que veía peligrar el primer derbi en Gran Canaria ante los laguneros. Pero el esfuerzo del de Santo Domingo fue baldío, y las sorprendentes estrellas de ayer, los verdugos, fueron dos viejos conocidos. Sobre todo Javier Beirán (21 puntos y 26 de valoración), pero también Fran Vázquez (19 puntos y 18 de valoración). Ambos jugadores dieron una exhibición ante su exequipo y estropearon la fiesta en el Arena. Los aplausos que recibieron antes del choque se convirtieron en pitos de desesperación de una afición despechada que veía como sus ex le robaban lo que consideraban suyo por derecho propio. Un jarro de agua fría, sí, pero que no empaña los recientes éxitos de un Granca que seguro que una vez centrados en la competición, seguirán dando alegrías a los suyos. Así que tranquilidad y confianza. Esto acaba de empezar.