De cuando Pepe Carvalho investigó en Canarias
Javier Rivero Grandoso
Viernes, 18 de octubre 2013, 13:05
El fallecimiento de Manuel Vázquez Montalbán, hace diez años, produjo indirectamente otra muerte de la que sus lectores aún no nos hemos repuesto: la del personaje Pepe Carvalho, el detective que protagoniza una larga serie de novelas y relatos.
Pepe Carvalho apareció por primera vez en Yo maté a Kennedy (1972), una novela experimental en la que todavía no era detective privado. Fue en Tatuaje (1974) cuando los lectores pudimos disfrutar de su primer caso, en el que le es encomendado descubrir la identidad de un cadáver que aparece en una playa barcelonesa con la cara destrozada y un gran tatuaje en la espalda. Desde entonces hasta Milenio Carvalho, publicado póstumamente en 2004, el detective seguía apareciendo en numerosas historias que tenían lugar principalmente en Barcelona, pero algunas también se desarrollaban en otros espacios. Carvalho era un detective que no pocas veces tenía que viajar para investigar algún caso.
Pero lo que pocos conocen es que una de sus aventuras se desarrolla en Canarias, concretamente en la isla de Tenerife. Me refiero al relato El barco fantasma, que apareció en el libro Historias de fantasmas (1987), obra hoy descatalogada y que hasta el momento no ha sido recuperada. El detective es contratado por la cofradía de pescadores para intentar averiguar qué sucedió con el María Asunción, un barco que desapareció sin dejar rastro, hasta que es visto por los pescadores canarios como si se tratara de un barco fantasma. Como empieza a cundir el nerviosismo entre los pescadores, deciden contratar al detective para que trate de esclarecer la desaparición del barco y las posteriores apariciones espectrales.
Como es frecuente en la saga protagonizada por Carvalho, el detective se preocupa por la gastronomía del lugar y muestra su interés por probar caracaja, tollos, viejas y papas arrugadas. El detective come sancocho, que le parece excelente, y cocina platos típicos.
Paralelamente se produce un asesinato, y el espacio escogido para perpetrarlo es el paseo marítimo del Puerto de la Cruz, junto a la obra de César Manrique, arquitecto del que el propio detective hablará. Por otro lado, son constantes las comparaciones que se hacen de otros personajes con el Teide, cuya grandeza puede comprobar el propio Carvalho.
La isla y sus habitantes no aparecen como mero marco de una historia, sino que se presentan curiosidades y particularidades de Canarias. Se trata, por tanto, de un espacio que se erige como protagonista, y por ello cobran importancia lugares concretos, la gastronomía o el carácter de los personajes locales.
La resolución del caso se lleva a cabo en el norte de la isla, en Los Silos. El desenlace, sorprendente, no lo voy a contar, para que puedan ir al relato y disfrutar como lo hice yo. Como siempre, el humor y el particular estilo de Vázquez Montalbán rebosan en las páginas, una auténtica delicia para sus lectores.
Se cumplen diez años desde que Manuel Vázquez Montalbán se nos fue, pero al menos nos queda su gran obra, que hoy más que nunca pide ser releída: en esta época de crisis, las páginas de este intelectual comprometido cobran todavía más valor.