Borrar

Cien años de La Luz

Viernes, 17 de julio 2020, 09:55

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La conmemoración del centenario de la construcción de la iglesia de La Luz, en la zona portuaria de la capital grancanaria, ha conllevado la realización de numerosos actos y ha brindado la oportunidad de debatir y reflexionar sobre los orígenes, presente y futuro de su entorno, que no es otro que el barrio de La Isleta.

Si allí se levantó la que dicen que fue primera ermita que existiera en la Isla y allí se celebra la romería más añeja de Gran Canaria, allí también nació la ciudad extramuros, la urbe que hoy es cosmopolita, y tuvo su germen, entre los trabajadores que construían el puerto que nos ha llevado a la modernidad, el movimiento obrero canario.

El centenario de La Luz nos ha permitido, además, rescatar los testimonios del padre Francisco Grisciotti, uno de los misioneros palotinos que en el año 40 desembarcó en la Isla y desde la Vicaría de San Pedro describió la miseria que entonces se sufría en el barrio, donde no existía lugar de diversión y en el que los vecinos comían carne muy pocas veces o casi nunca. Tales eran las necesidades materiales de sus feligreses, la promiscuidad y hacinamiento en que vivían, además de la desnudez de los pequeños, que remitió una carta al presidente del Cabildo en la que le solicitaba unas 20 camas y un número indeterminado de «trajecitos y alpargatitas». De nada sirvió su misiva porque le denegaron la solicitud alegando que estaban agotadas las asignaciones para tal fin.

Sirva este episodio histórico para dejar constancia del abandono y desinterés al que se ha condenado demasiado tiempo a La Isleta, que si ya a principios de siglo contaba con el 25% de la población de la ciudad, solo tenía una escuela, cuando por ley, la de aquella época, le correspondían doce, seis de cada sexo.

Los tiempos ya no son los mismos y La Isleta ha experimentado un cambio radical; pero, sin embargo, las carencias siguen siendo importantes y detrás de la fachada de barrio singular, como pocos, se esconden lacerantes dramas humanos y graves desequilibrios sociales.

El hacinamiento, a pesar de la caída en el censo de las últimas décadas, sigue siendo alto. 25.000 vecinos se apelotonan en un espacio colmatado de edificaciones y sin lugares de esparcimiento. Y con todo, las operaciones de saneamiento en su corazón han sido mínimas, tibias y rara vez han pasado de la primera línea.

La Isleta es un barrio de colores gracias al tesón y alegría de sus vecinos; pero, por contra, el gris de la pobreza se enseñorea en demasiadas de sus viviendas terreras.

La Isleta, el Puerto, fue emporio comercial y hoy agoniza. Ahora anuncian nuevos proyectos de revitalización. Si no es por los vecinos que sea por los cruceristas. ¡Benditos sean éstos si traen mejorías! Pero, que se cruce también la calle, se callejee entre sus empinadas cuestas y se llegue a la montaña para disfrutar y atender el patrimonio humano de sus gentes, el arqueológico de las Cuevas de los Canarios, el natural de sus volcanes, el histórico del Castillo de La Luz, el arquitectónico de sus viviendas terreras y edificaciones portuarias, el etnográfico de los cambulloneros, salinas y fabricas de salazón. Qué no quede sólo en la estética de frontis, que por encima de «la carretera» habitan gentes que son merecedoras de más atención, de actuaciones que ennoblezcan su entorno y dignifiquen su hábitat.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios