En el año 1872, con la fundación de la Asociación de Beneficiencia y Protección Agrícola, Canarias comenzó a reglar sus intereses comerciales y sociales en Cuba. Hoy, en el casco de la Habana Vieja, frente a la célebre Floridita que instaló en la leyenda Hemingway, sigue latiendo la canariedad en la isla más grande de las Antillas. La Asociación Canaria de Cuba Leonor Pérez Cabrera es la embajada del Archipiélago al otro lado del Atlántico. Maneja más descendientes de las Islas que ninguna otra y presta sus instalaciones y servicios de manera ejemplar y equitativa a todos los que, con árbol genealógico con raíces en las Islas, allí residen o están de paso. Carmelo González, un grancanario de Las Alcaravaneras, como le gusta resaltar, preside esta entidad. Promotor, benefactor y corazón de la casa, resalta la importancia estratégica de un enclave que permite mantener presentes y revitalizar los vínculos que unen a una y otra tierra.
Sala de lectura, salón de protocolo, terraza, restaurante, biblioteca, habitáculo para conferencias, jardineras, espacios diáfanos... La sede de la Asociación Canaria en nada tiene que envidiar a otras construcciones catedralicias que abundan en la capital de Cuba. «Lo principal no son las paredes, sino el calor, la cercanía y el trato que dispensamos a todos nuestros paisanos y descendientes», resalta Carmelo, quien reconoce, además, que el prestigio ganado a lo largo de los años, no sólo es social. Los dirigentes del país, con Raúl y Fidel Castro al frente así como su equipo ejecutivo, «siempre han brindado un trato exquisito» a la institución y del Gobierno de Canarias también se reciben ayudas y todo tipo de apoyos cuando se requieren. Su perfecto funcionamiento se constata a la vista. Siempre hay vida en sus dependencias y en el despacho de Carmelo la actividad no tiene horarios. Si no está, basta una llamada para que se persone de inmediato para atender a quien lo necesite.
«Al otro lado del Atlántico no tiene el canario razón para sentirse solo. Aquí le esperamos siempre», atestigua Carmelo.
El 40% de la población con raíces españolas que vive en Cuba tiene sangre canaria. Por detrás, y según especifican los datos oficiales, catalanes, gallegos y vascos. «Nuestro último recuento contabiliza 500 canarios, de edad muy avanzada, con residencia fija en Cuba. Los números aumentan considerablemente si tenemos en cuenta a los hijos de canarios (30.000) y estamos por encima del medio millón a la hora de hablar de descendientes: unos 600.000», especifica Carmelo González. En Cuba la canariedad traspasa la simpatía popular. Y su profunda raigambre en todos los ámbitos del país tiene fácil explicación: José Martí, el héroe de la independencia (considerado, además, «apóstol» en Cuba), y Fidel Castro, hasta su reciente retiro obligatorio por enfermedad, máxima autoridad nacional, tienen sangre canaria. La madre de Martí, Leonor Pérez Cabrera (de la que esta asociación toma su nombre) nació en Santa Cruz de Tenerife en 1828. Y Fidel Castro, por vía materna, también tuvo ancestros canarios, como él se encarga de recordar: «El canario fue por excelencia el más humilde de los inmigrantes. Él no marchó a Cuba en plan opresor o de explotador. Vino a trabajar y a luchar de nuestro lado, ayudó a forjar el país con su laboriosidad proverbial, sufrió con nosotros, combatió, creó una familia, y se dignificó también al fin, junto a todo el pueblo, en la patria libre y revolucionaria de hoy. Es más, hizo un aporte muy valioso al carácter del cubano». «De los canarios heredó nuestro campesino, principalmente, su serenidad, honradez, su sentido del honor, y también su rebeldía. Todavía hoy, en nuestras tareas actuales, esos valores nos ayudan a librar y a ganar batallas de importancia. Siempre he creído -y más lo creo en la actualidad- que la hermandad entre Canarias y Cuba no sólo tiene un pasado grande sino también un gran futuro. Por parte de mi madre llevo con honor un porcentaje de sangre isleña», dice Fidel. Otra de las grandes personalidades de la historia de Cuba, Nicolás Estévanez, nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1838 y en su honor hay una placa escultórica en La Habana.