Canarias, año 2525
Los más viejos del lugar seguro que se acuerdan del tema e incluso lo han cantado/tarareado más de una vez. «In the year 2525, if man is still alive/If woman can survive, they may find/In the year 3535». Así comenzaba la pegadiza canción de Zager and Evans, una advertencia contra los riesgos de los avances tecnológicos y la deshumanización formulada en plena carrera espacial, cuando se estaba a escasos meses del primer paseo humano por la Luna. Una versión en español, de Los Beta, modificaba algunas fechas y arrancaba señalando: «En el año 2033 /tal vez existirá /algún resto/de la humanidad./En el año 3033/ya ni mentira, ni verdad quedará/Todo lo que tengas que hacer/podrá una píldora resolver. » No sé si en el año 2525 y los siguientes señalados en el exitoso tema en su versión original (3535, 4545, 5555 hasta llegar al 9595) se cumplirán las predicciones del musical dúo estadounidense y los seres humanos (si no nos cargamos antes el planeta que en eso sí que nos empeñamos en avanzar a velocidad de crucero, más ahora con un negacionista del cambio climático situado al frente del imperio económico, cultural y militar) dependeremos por completo de las máquinas y de drogas de diseño que controlen nuestro pensamiento. Eso sí, es mucho más probable, aunque no estaré para corroborarlo, que entonces se seguirá intentando modificar el sistema electoral canario frente a la defensa numantina del mismo por parte de los herederos de Clavijo y los suyos. Con la interesada y siempre bien recibida colaboración de los descendientes milenarios de los gomeros de Casimiro. Al menos por ese camino se empeñan en seguir transitando, hasta el infinito y más allá. Ya lo hizo el presidente en su investidura poco menos que acusando de traiciones a la patria canaria -¿la suya? ¿la de todos?- a quienes quieren modificar el actual sistema electoral. Ya lo han hecho otros dirigentes con apocalípticos discursos de una Canarias a punto de romperse en mil pedazos por culpa de quienes reclaman más y mejor democracia. La historia, desgraciadamente, vuelve a repetirse. En reiteradas ocasiones han frenado los más mínimos y tímidos cambios, aunque estos no entraran en la distribución de escaños y solo hicieran referencia a una bajada de las actuales barreras, del 30% insular y del 6% archipielágico, únicas en el mundo y que deben formar parte, al parecer, de la identidad y especificidades canarias. Lo hicieron con las parlamentarias propuestas impulsadas por el PSOE y por Nueva Canarias en distintas legislaturas autonómicas. Que solo planteaban establecer una barrera única, insular, en la circunscripción electoral, del 5%, como existe para acceder a los cabildos.
Estatuto E incluso llegando al extremo de retirar de las Cortes el Estatuto de Autonomía, en el año 2007, cuando percibieron el riesgo de que pudiera ser reformado en su parte electoral. Renunciaron a más competencias, a más autogobierno, a más capacidad de decisión desde y para Canarias, con tal de que no les tocaran el comodín de la triple paridad y sus consecuencias. Nacionalismo en estado puro. Lo hacen por egoístas razones de supervivencia y con absoluto desprecio a la pluralidad política. Impidiendo una representación parlamentaria que se parezca algo más a lo que los ciudadanos y las ciudadanas expresan en las urnas. No como hoy, que la tercera fuerza en votos es la primera en escaños y la que, en minoría, gobierna. Y un partido con 5.000 papeletas, ASG, tiene tres escaños y otro, Ciudadanos, con 53.000 se quedó a las puertas del Parlamento en los comicios de mayo de 2015. Sucederá, en 2525 o en el 7510, si desde ahora a esas muy lejanas fechas no hay suficiente valentía y voluntad de la mayoría parlamentaria y social para romper con las antidemocráticas imposiciones de la hoy minoritaria CC. Acostumbrada a ningunear a su socio de Ejecutivo, sea el PP o el PSOE, y a imponerle como condición respecto al sistema electoral canario algunas frases del estribillo de Esos locos bajitos de Serrat, «que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca».
Pronósticos Claro, me dirán, resulta muy fácil hacer pronósticos para un futuro en que de nada servirá que te recriminen los mayores o menores errores del vaticinio. Igual, por cierto, que las presidenciales promesas clavijistas en el Debate sobre el Estado de la Nacionalidad sobre distintos planes educativos sobre implantación de enseñanzas de idiomas voluntarias e incentivadas, lo que me produce algo más que perplejidad- en nuestra Comunidad que culminarán en 2026 o en 2032, fechas en que, espero, por salud democrática, no por otra cosa, que ya no sea el presidente del Gobierno. Pero vuelvo al año 2525, comisiones de estudio mediante. Resulta una verdadera distopía imaginar una Canarias con las mismas carencias democráticas que la actual, con la misma infravaloración del voto ciudadano, en algunos casos, y sobre valoración extrema, en otros. Con instalados e inamovibles caciquismos insulares, basados en el más añejo de los clientelismos. E incluso con una vigente disposición transitoria del Estatuto de Autonomía que da respaldo a esa anomalía antidemocrática. Si ya ha cubierto 35 años de transitoriedad, pensarán, ¿por qué no otros quinientos? Estos días en las resoluciones del Debate del Estado de la Nacionalidad intentaron, sin éxito, volver a plantear la jugarreta y exigir la devolución del Estatuto en reforma si se toca sustancialmente el tema electoral; el PP picó el anzuelo, aunque es uno de los grandes perjudicados por la actual formulación, y tuvo que ser corregido por sus jefes de Génova. Argumentan desde CC que el sitio adecuado para cambiar es Canarias y aquí esperan, con el bloqueo de los 21 escaños de su formación y de ASG, que nada se modifique. Este ciudadano considera que lo importante es que comience a cambiar y pueda aplicarse un sistema mucho más justo en las elecciones autonómicas de 2019. Quizá, sobre todo, porque antes que nacionalista, republicano, laicista o de izquierdas soy, simplemente, y cada vez más, un convencido demócrata.