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Beatlemanía para beatlemaníacos

Lunes, 19 de septiembre 2016, 13:25

Los multicines Monopol ofrecen solo durante los próximos ocho días el primer documental oficial de la banda de pop más influyente de todos los tiempos: The Beatles.

Bajo el título el cineasta Ron Howard nos invita a acompañar a los cuatro de Liverpool por los escenarios de todo el mundo, desde Cavern Club a la azotea de los estudios de grabación que el grupo tuvo en la calle de Savile Row de Londres, donde tocaron por última vez en 1969.

El realizador, especialista en firmar productos comerciales y correctos, se centra en los aspectos más profesionales y públicos de la banda para relatarnos su evolución a través de sus directos.

Nada se cuenta de las rencillas entre ellos, de sus coqueteos e idilios con las drogas, de su dislocado sexo con la escoria, como se referían a las groupies que los acosaban, o de sus fracasos familiares. La película es, sin lugar a dudas, el documental oficial de la banda y solo muestra el lado más agraciado unos muchachos vapuleados por la fama.

Howard los presenta como unos chicos atrevidos y audaces a los que la música les regaló una familia; un clan formado por cuatro robustos pilares en los que apoyarse para llegar a lo más alto. De hecho, en un momento de la cinta, el propio George Harrison se compadece de Elvis por tener que afrontar las consecuencias del éxito en solitario.

Quizá el elemento más valioso de la obra sea su aproximación al fenómeno de masas en el que se convirtió el grupo.

A través de las imágenes de los conciertos, de las declaraciones de los propios músicos -principalmente de los supervivientes Ringo Starr y Paul McCartney- y de los testimonios de famosos contagiados por la beatlemanía -como Elvis Costello, Whoopi Goldberg o Sigourney Weaver-, podemos intuir las razones de la locura colectiva que desató la banda.

En conjunto, el documental resulta superficial y edulcorado, pero su fuerza reside en las numerosas imágenes de los conciertos que nos hacen partícipes de la fiebre que supuso la irrupción de los cuatro fantásticos en la industria musical. Por si esto resultara poco atractivo, la música sigue sonando al finalizar la película con media hora del concierto que la banda ofreció en el Shea Stadium de Nueva York en 1965.

En definitiva, es un producto bien empaquetado que será engullido por todo aquel beatlemaniaco deseoso de decir:yo vi Eight Days a Week. Una cinta que, en unos meses, ingresará en los santuarios de los mitómanos en forma de DVD.

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