«Aún siento el calor de mi niña»
Carmen Brito tiene cuatro hijas, pero sólo ha criado a tres. A la primera la vio y la sostuvo en sus brazos unos minutos, antes de que una enfermera se la arrancase de su lado para siempre. Esta mujer de 65 años tiene muy claro que se la robaron. Pero no tiene pruebas, ni siquiera cuenta con documentos oficiales de que ese embarazo y parto hayan existido. Pide justicia.
Los pocos minutos que la sostuvo en su brazos fueron suficientes para guardarlos en su memoria. Era su primera hija. Nació el 11 de octubre de 1965 en el Hospital del Pino en la capital grancanaria. Fue un parto rápido. En menos de una hora tuvo a su primer retoño sobre su pecho donde se la colocaron para que le viera y sintiera. «Aún siento el calor de mi niña entre los brazos», rememora Carmen Brito, de 65 años y natural de Las Palmas de Gran Canaria. Luego le comunicaron su fallecimiento. Esta madre asegura que a su hija se la «quitaron para dársela a otra familia». Y tiene sospechas de a quién, pero no puede denunciar porque no tienen «ningún documento, ni papeles que verifiquen que mi embarazo y mi parto hayan existido». «De hecho -indica la afectada- en mi historial clínico sólo constan tres embarazos. No aparece el primero; es como si no hubiera existido».
Carmen es capaz aún hoy de describir con detalles cómo era la sala donde dio a luz a su niña, que ni siquiera llegó a tener nombre, y con qué otras mujeres, también parturientas, la compartía. E incluso tiene presentes comentarios de la doctora y enfermeras que estaban de guardia. De la primera recuerda que dijo que «se iba de vacaciones y que su marido era capitán» y de las segundas, casos de otras parturientas que estaban ese mismo día allí.
«Era una sala inmensa, a la que se llegaba a partir de una galería y que la atravesaba. Su cama estaba a la derecha de ese pasillo, separada por una cortina. A la izquierda, a la entrada, habían apelotonadas cajas, a modo de almacén», explica. «Al otro lado -prosigue- había otra mujer que ya había dado a luz, por cuarta vez, a otro hijo muerto».
Carmen relata que escuchó entonces comentar a unas enfermeras decir en voz alta: «Mira qué pena, esta mujer se le mueren todos los hijos que le nacen». Se trataba de la misma voz, de la misma matrona que le atendió su parto y que segundos después de atender a la otra señora «se acercó a mí y me arrebató a mi hija de mis brazos diciéndome que se estaba asfixiando. Ya no la vi nunca más. Me pincharon más de diez veces y me durmieron. No me acuerdo de nada más. Estuve dormida mucho tiempo», repite. Esto ocurrió minutos después de venir a mundo su hija. Nació a las 22.10 horas, dice.
Carmen se casó con Rafael Roque Peña el 4 de octubre de 1964. Era muy joven. Contaba con 19 años. Al año nació su primera hija. Su embarazo fue «de maravilla». La evolución de su gestación se la llevó un médico particular muy conocido de la capital grancanaria, un «ginecólogo que no pudo tener hijos y que, curiosamente, no le asistió el parto con la disculpa de un viaje. Nunca más lo vi».
En opinión de Carmen en ese hospital ocurrieron cosas muy raras como que le «dieron el alta tras el parto y no le dieron ningún documento como que hubiera dado a luz o del fallecimiento del niño. Ni siquiera me dijeron de que había muerto». Después le entregaron a su marido la caja supuestamente con los restos de su hija recién nacida en su interior, y le dijeron que la enterraran rápido. Está en el cementerio del Puerto. Desde que perdió a su niña, lo ha tenido muy claro. «O se la dieron a esa mujer que perdía a todos sus hijos en los partos o se la quedó el ginecólogo particular que la atendió», afirma.
Este es un caso más que añadir a los muchos que se están haciendo públicos en España, de otras madres y padres que denuncian que sus hijos fueron robados en centros sanitarios en los años 60 y 70. Todos cuentan con una serie de similitudes como que siempre desaparecían los primeros vástagos de la familia, se morían nada más nacer o les prohibían bajo amenazas ver al niño antes de darle sepultura.