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Asdrúbal fue titular ante el Hércules. Como lo fue ante el Sabadell. Como se espera que lo sea contra el Murcia el próximo domingo. Piernas para aguantar tamaña exigencia no le faltan. Corazón le sobra. Lobera ha fiado en él y en Tana muchas de las responsabilidades que, por peso específico, deberían corresponder a futbolistas con mayor recorrido y mejor soldada como Momo y Nauzet Alemán.
Por mucho que se haya convertido en un asiduo en las alineaciones, Asdrúbal todavía asume su condición de meritorio. No deja de serlo por mucho que haya obrado varios milagros que han permitido un tráfico más seguro para el entrenador tras un comienzo lleno de obstáculos. Se deja la vida en cada esfuerzo. Es un vendaval. Así le armó un lío de proporciones épicas al Hércules en su área que acabó con el penalti con el que Momo enderezó definitivamente el partido. Como sucedió con el que le hicieron en Girona, agarró la pelota con la firme convicción de que debía tirarlo él. Pero como sucedió aquella jornada, otros, con más canas pero menos méritos, le arrebataron el bocado efímero de gozo que se vive tras marcar un gol.
A Asdrúbal le faltó el mayor incentivo de todos. Un gol que premiara su despliegue y le garantizara reconocimiento en los titulares. En cambio recogió el tributo de una grada entregada, puesta en pie cuando Sergio Lobera dio paso a Artiles por él en el campo. Minutos después, cuando el partido encaraba sus últimos restos y ya tenía el sudor frío, desde el público se gritó de nuevo su nombre.
Luego, con la misma melodía, se reivindicó a la cantera. Esa de la que Asdrúbal es su nuevo icono tras las marchas de Jonathan Viera y Vitolo.
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