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Álvaro Rodríguez Fominaya, un canario en la tramoya del gran arte

Álvaro Rodríguez Fominaya, un canario en la tramoya del gran arte

Viernes, 16 de octubre 2015, 22:14

Bucear a sus anchas por los fondos de uno de los templos del arte contemporáneo más importantes del mundo, cruzar el planeta para visitar los museos más prestigiosos investigando la huella de los dioses de la creatividad, insuflar vida a un espacio para visionar el arte en movimiento mas innovador y radical del momento, organizar exposiciones apreciadas por miles y miles de personas... Ninguna de estas metas está en la mente del común de los mortales, pero son las más altas misiones en el reino de los comisarios de arte.

El canario Álvaro Rodríguez Fominaya ha podido cumplirlas en calidad de comisario del museo Solomon R. Guggenheim. Desde la emblemática institución neoyorquina, y con un pie en el País Vasco, el canario se encargaba de servir de puente entre los museos de Bilbao y Nueva York. «Mi tarea principal era la de desarrollar exposiciones en el Guggenheim Bilbao y propiciar la comunicación entre ambas instituciones a nivel curatorial», señala Rodríguez Fominaya acerca de la actividad que lo ocupaba desde 2011 hasta el pasado septiembre, cuando -por una remodelación de la estructura organizativa del museo-se suprimió la plaza a la que accedió a través de un concurso de méritos internacional.

Durante estos años, comisarió 14 exposiciones: El espejo invertido. Arte de las colecciones de la Fundación la Caixa y MACBA; Selecciones III. Obras de la colección del Museo Guggenheim Bilbao; Alex Katz. Smiles; Antoni Tàpies. Del objeto a la escultura 1964 -2009; Christian Marclay. The Clock; Ragnar Kjartansson. The Visitors; Rineke Dijkstra. The Krazyhouse; Kimsooja. Thread Routes: Chapters I, II and III; Shahzia Sikander. Parallax; Iñaki Garmendia, Erlea Maneros Zabala, Xabier Salaberria. Proceso y método; El arte de nuestro tiempo. Obras maestras de las Colecciones Guggenheim; Niki de Saint Phalle. Restropectiva; Jean-Michel Basquiat. Ahora es el momento y Yoko Ono. Half-A-Wind Show: Retrospectiva.

Rodríguez Fominaya se resiste a destacar una de ellas. «Para mí son un ciclo completo, un corpus de trabajo donde he podido, a nivel de comisariado, realizar el trabajo que quería hacer», reconoce. No obstante, confiesa que la de Tàpies le hizo especial ilusión porque fue una de las primeras grandes exposiciones que se le dedicaron tras su fallecimiento. «Además, forma parte de la historia del Guggenheim. Fue la cuarta exposición de Tàpies que organizaba el museo. Sentí que pertenecía a una institución de una historia tan extensa que me permitía trabajar sobre la base de las investigaciones que hicieron otros comisarios 50 años antes, renovar el discurso y aportar al estudio y a la investigación sobre el artista catalán un trabajo que quedará para la posteridad», comenta Rodríguez Fominaya.

Igualmente gratificante fue para él situar a Yoko Ono en el lugar que le corresponde en la historia del arte. «Es una pionera del arte feminista, de la performance y del arte conceptual, junto a Fluxus. Fue muy emocionante», señala el comisario que tuvo ocasión de tratarla personalmente. «Yoko Ono es una persona muy cercana, con ideas claras y de una gran generosidad. Vino a Bilbao e hizo dos performances, que tuvieron un enorme éxito -era imposible encontrar entradas- y realizó in situ un mural. Fue un proceso gratificante y sencillo», afirma acerca de la exposición más extensa que se le ha dedicado a la viuda de John Lennon, comisariada por él junto a Ingrid Pfeiffer, de la Schirn Kunsthalle Frankfurt; y Jon Hendricks, comisario de los proyectos de Yoko Ono.

También el Guggenheim le permitió profundizar en la figura de Niki de Saint Phalle, de la que ya había organizado una muestra en el Centro Atlántido de Arte Moderno en 2007, durante su periodo al frente del museo de Vegueta. «La exposición tuvo un enorme impacto dentro del arte. Reivindicó su papel en la historia del arte más allá de una visión reduccionista de sus nanas. Había que recontextualizar su trabajo desde una perspectiva política y feminista», comenta el experto sobre esta exhibición que reunió cerca de 200 obras de la artista francesa que compartió su vida y su creatividad con Jean Tinguely.

Para Rodríguez Fominaya, el rasgo que define y diferencia al Guggenheim, desde su fundación, respecto a otros museos es el rol predominante de sus comisarios. Así, el canario cita a grandes comisarios que han dejado su huella en el museo como Germano Celant, John Hanhardt y Nancy Spector. «Son los más importantes a nivel internacional», apunta.

Ese papel prominente permite a los 30 comisarios que trabajan en el museo dedicarse a investigar y a comisariar, no a trabajar en tareas administrativas. «En otros museos, cada comisario se dedica a una disciplina distinta; pintura, escultura, fotografía... En el Guggenheim no funciona así. Cada uno está especializado en un periodo diferente», comenta Rodríguez Fominaya, aunque él sea una excepción en esta regla, porque ha abordado desde exposiciones sobre el origen del arte conceptual a trabajos en vídeo realizados muy recientemente.

También reconoce que estas grandes exposiciones cuestan un dineral. «El Guggenheim tiene un presupuesto cercano a los 30 millones de euros. Con menos dinero no se puede hacer una exposición de Basquiat o de Yoko Ono. Necesitas ese nivel de presupuesto. Aunque eso no se opone al hecho de que, como comisario, se pueda trabajar con presupuestos más reducidos y tener impacto internacional. En Para-Site, en Hong Kong, hicimos una exposición de Ai Weiwei y Vito Acconci con 20.000 euros», afirma sobre este asunto.

Su trabajo en este templo del arte actual terminó en septiembre. Atrás queda su doble residencia en Bilbao y Nueva York, ciudad a la que regresará en noviembre para dar clases en un máster de comisariado de la prestigiosa Escuela de Artes Visuales de Nueva York, una institución de la que han salido figuras tan relevantes como Sol LeWitt, Joseph Kosuth o Keith Haring.

Además, a principios de año, tiene pensado viajar a Indonesia para investigar y contactar con artistas asiáticos.

Cuando habla del CAAM, museo que dirigió entre 2006 y 2007, lo hace con cierta nostalgia. «Tengo una buena relación con los compañeros del museo. No son casi una familia, pero sí les tengo un enorme aprecio», comenta el comisario que confiesa que se quedó con ganas de desarrollar proyectos que «quedaron sobre la mesa».

No sabe si optará a la dirección del CAAM en caso de que se convoque un concurso. «Cuando vea las condiciones, lo valoraré», responde.

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