Álvaro Rodríguez Fominaya: «Hace diez años no me imaginaba que llegaría al Guggenheim»

Carmen Delia Aranda
CARMEN DELIA ARANDA

Este isleño trabajó seis años en el CAAM, museo que dirigió en 2006 y 2007. Tras su paso por Para/Site Art Space de Hong Kong, desde mayo, es comisario del Guggenheim de Nueva York. Acaba de inaugurar en la sede de Bilbao su proyecto El espejo invertido.

El espejo invertido reúne en el Guggenheim Bilbao obras de las colecciones de La Caixa y del Macba, ¿ha sido difícil escoger las piezas? Son dos colecciones muy diferentes pero, precisamente, el ser tan distintas ha facilitado el trabajo de comisariado. He tratado de desarrollar un dispositivo conceptual que atraviese distintos movimientos artísticos viajando desde finales de los 40 hasta ahora. Se resalta la complementariedad de las dos colecciones. En esta selección hay distintos aspectos que resaltar, uno de ellos es la contextualización del ámbito artístico español y catalán con el internacional. Es una selección de movimientos artísticos específicos y momentos concretos que cambiaron el desarrollo del arte.

¿Es muy distinto trabajar en un museo de primer orden? Por un lado, la tarea se facilita al contar con equipos de profesionales que trabajan al máximo nivel. Pero todo es mucho más complejo. Por ejemplo, esta exposición ocupa una sola planta del museo pero, en realidad, son más de 2.000 metros cuadrados. Es complejo por pura escala. Estamos hablando de espacios donde hay obras de carácter monumental. Salas que representan el momento artístico al que se refiere la arquitectura del edificio, de los años 80 y 90, y eso supone un alto nivel de complejidad técnica.

¿Cuál es su función en el Guggenheim de Nueva York? Soy uno de los ocho comisarios del Guggenheim. Hago distintas funciones, entre ellas la de comisariar, investigar proyectos y estar en un grupo de trabajo de ocho curadores, donde se definen estrategias y líneas expositivas, así como las nuevas adquisiciones para la colección. Además, cada uno tiene tareas específicas. La mía es comisariar proyectos y trabajar desde Nueva York pero de forma estrecha con el Guggenheim Bilbao. En el equipo hay una persona que se encarga del Museo de Abu Dabi, otro dedicado al Guggenheim Bilbao que soy yo, otro experto en arte asiático, dos comisarios para la colección y un curador que trabaja en el ámbito de la fotografía.

El museo celebra sus 15 años y pretende superar el millón de visitantes. Un millón de visitantes es, más o menos, el número que se alcanza cada año. Esperemos que podamos superarlo, pero si no se consigue, no pasa nada. Es un museo muy consolidado y en crecimiento en el panorama internacional del arte moderno y contemporáneo.

¿Con qué plazos se trabaja? Se trabaja con el largo plazo habitual de los grandes museos, tres o cuatro años de antelación.

Pero usted llegó en mayo y ya ha comisariado una exposición. ¿La crisis está reduciendo los plazos? Para nosotros El espejo invertido se hizo con un plazo rápido. Pero en ese sentido la crisis no nos afecta. Los tiempos se mantienen, aunque en momentos puntuales el plazo de desarrollo de un proyecto puede ser más corto.

El CAAM ha perdido relevancia, ¿cómo se ve desde la distancia? ¿Se ve? El CAAM es un museo al que tengo cariño. Tiene su lugar y su prestigio, pero no hay duros a cuatro pesetas. Trabajar con presupuestos tan bajos tiene un precio que hay que pagar: tener menor presencia nacional e internacional. Pero he de decir que el actual director está haciendo un buen trabajo con el presupuesto que tiene.

Su experiencia al frente de Para/Site Art Space de Hong Kong ha sido muy fructífera. - Hong Kong me dio visibilidad a nivel internacional y me facilitado mi paso al Guggenheim.

¿Su meta era trabajar en ese museo o ha sido una carambola? - Nada es una carambola. Todo es el resultado de un trabajo, pero hace diez años no me lo hubiera imaginado.