"A veces se olvida que el viticultor es el alma del vino"
El presidente de la Asociación de Viticultores y Bodegas Artesanales (Avibal), Alberto López Peláez, señala que hay que mimar al principal artífice del sector vinícola, que es el viticultor, garantizando precios razonables por la uva que compensen su esfuerzo y premien su compromiso con el paisaje.
En los últimos años el sector vinícola de la Isla ha experimentado un auge esplendoroso, que, sin embargo, no se ha traducido en un reparto de los beneficios para todos los agentes que viven y contribuyen a su desarrollo, según explica el máximo responsable de Avibal, la única asociación de la Isla que defiende los intereses de los viticultores y de los pequeños bodegueros artesanales. Las campañas de promoción emprendidas por el Cabildo, especialmente, y por otras instituciones para promocionar el consumo de vino y sus exportaciones han propiciado que se disparen las ventas en el exterior y que los caldos de Lanzarote estén presentes en la mayor parte de los mercados y en los certámenes internacionales de calidad más importantes del mundo, cosechando premios al más alto nivel, expone este enólogo que lleva casi treinta años implicado en el sector vinícola insular. «Sin embargo, uno de los principales eslabones de esta cadena, como es el productor de uva, todavía sigue en cierto modo desprotegido, a pesar del importante papel que juega, además de ser el conservador de una gran parte del paisaje»., advierte. «En Avibal, según nos trasladan nuestros socios, creemos que el viticultor es quien más pierde cada campaña». «La queja es ya habitual: si un año la cosecha es buena y viene cargada de uva, como la pasada, donde se superaron los 3,5 millones de kilos, algunas bodegas aprovecharon para bajar los precios», señala. Y precisa que, «como tenían bastante uva, pues no absorbieron toda la producción, de manera que muchos viticultores tuvieron que llevarse a su casa gran parte de la cosecha, con lo que no solo perdieron dinero, sino que se vieron en la tesitura de tener que hacerse cargo de una gran cantidad de uva, sin capacidad para transformarla en vino». Por el contrario, sostiene López, «si la cosecha es corta, como va a suceder este año (todo apunta a que no se producirán más de un millón y medio de kilos), entonces el productor también sale perjudicado porque tiene menos uva para vender y pierde también dinero. En ambos casos y pase lo que pase, el agricultor siempre pierde». «En la cosecha de hace dos años -continúa el responsable de Avibal- se logró fijar un precio razonable de 1,70 euros el kilo de uva blanca; sin embargo, el año pasado, algunas bodegas, con la excusa de que había mucha uva, aprovecharon para reducir el precio. Unas la pagaron a 1,50, otras, a 1,30, y alguna llegó a pagarlo a 0,50, un precio ridículo, lo que demuestra que algunos se olvidan de que el viticultor es el alma del vino de la Isla y hay que mimarlo más». A esto hay que añadir, explica el representante del sector, que «los agricultores son en su mayoría personas mayores a las que poco a poco se les han ido añadiendo costes, hasta el punto de que al final cuando hacen cuentas, siempre acaban perdiendo dinero». «Tienen que contratar gente que les ayude a podar, a limpiar las fincas, o a aplicar tratamientos fitosanitarios, porque para ello se requiere titulación, que en muchos casos no poseen, ademas del aumento del coste de estos mismos productos. Todo ello son gastos que hacen poco rentable producir uva», sentencia Alberto López.