A la cabeza y armados con piedras
Durante años se alimentó en Canarias el mito del buen salvaje para idealizar la sociedad indígena. Los historiadores superaron esa fase hace tiempo, pero estudios como el realizado por El Museo Canario, de la mano de la arqueóloga Teresa Delgado, lo confirman. De una muestra de 331 cráneos, el 27% presentaba traumatismos que pueden ser fruto de violencia interpersonal. El estudio al que se refiere Delgado, en que basó la ponencia que este miércoles ofreció en la Casa de Colón en las 1ª Jornadas de Arqueología del Conflicto, usó como muestra los 331 cráneos que se conservan en El Museo Canario procedentes de yacimientos del barranco de Guayadeque. Analizaron los traumatismos que presentaban y, tras descartar aquellos que, siguiendo criterios forenses, fueron producto de accidentes, hallaron un dato que Delgado entiende elevado: el 27% de la muestra presentaba fracturas que pueden ser producto de una violencia física interpersonal, es decir, ejercida por un indígena sobre otro en el marco, por ejemplo, de una lucha. Y de ese 27% de traumatismos, un 4,5% causó la muerte a la persona, otro porcentaje «alto». El 93,4% de las lesiones eran contusas, la mayoría de ellas por depresión del hueso, heridas compatibles con piedras o instrumentos de madera, en ambos casos no punzantes, usados como armas, de los que ya hablaban las crónicas, aunque Delgado las cita siempre con prudencia. Ahora bien, cita a Johan Galtum y su triángulo de la violencia para subrayar que estas agresiones físicas hay que interpretarlas en el contexto económico y social de aquellas poblaciones y que, en ese sentido, cabe situarlas como la punta del iceberg de otro tipo de violencias, la estructural y la simbólica. Sostiene que, por registros arqueológicos y por fuentes escritas, se sabe que «existían claras desigualdades en las relaciones sociales» de los indígenas a la hora de distribuir el trabajo y de consumir. Había grupos que gozaban de preeminencia social respecto a los demás, con acceso privilegiado a ciertos bienes y desvinculados del trabajo manual. Es, según Delgado, un tipo de violencia estructural, que se legitima mediante una violencia simbólica, que entre los antiguos canarios es muy visible en los cementerios. Hay diferencias respecto al lugar del enterramiento, el tipo de tumba y el tratamiento del cadáver según la condición social. Y las crónicas hablan también del pelo como marcador social (el segmento dominante lo llevaba largo), o la hospitalidad de lecho para el guanarteme.