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Por muchas ediciones que pasen, este es uno de los eventos marcados en rojo en el calendario gastronómico año tras año. Su particularidad lo convierten ya en un acontecimiento histórico que se lleva celebrando de manera ininterrumpida durante 32 años, con una capacidad de convocatoria admirable. En este edición, celebrada este sábado, unos 132 cofrades e invitados se deleitaron con un festín de nivel.
No faltó de nada, desde el aperitivo, con los vermús Nordés de la compañía Osborne, hasta el mejor jamón del mundo, el de Joselito, llegado de manos del propio José Gómez, propietario del grupo, y que un año más estuvo presente en el evento organizado por Mario Hernández Bueno, colaborador de este periódico, Premio Nacional de Gastronomía y anfitrión de referencia es este puchero.
El hijo de Hernández Bueno, el chef Mario Hernández, agasajó a los presentes con unas sublimes carajacas, de las que todo el mundo hablaba y que un servidor pudo disfrutar plenamente, confirmando las sospechas. Bolaños puso los quesos, siempre garantía, y Fermín Otamendi, propietario de Bodegas El Grifo y también presente, se encargó del vino blanco, por lo que podrá imaginar, con todo lo contado hasta ahora, la magnitud del asunto. Y todo ello antes de empezar el almuerzo.
Una vez sentados, con un variado panorama y alegría generalizada, los invitados festejaron con el grandioso puchero, desde la sopa Reina, llamada así por llevar las 7 carnes, hasta los tumbos: de verduras, de garbanzos, embutidos y carnes. Con todo ello, vinagre macho, como corresponde, y ese oro de Temisas, el aceite de Los Barros. El vino, por cierto, Mujer de Maralisio, del grupo Galaco.
Las torrijas de El Padrino llenaron las mesas de dulce, y el selecto café de Mario Gil, de Café Regina, redondeó la faena, antes de darle paso a los rones de Aldea, siempre garantía. Otro éxito de un cofradía que es capaz de reunir a los mejores perfiles alrededor de una mesa, con un incombustible Mario Hernández Bueno, 'Cofrade Invitador', que este año, además, dedicó el evento a su querida amiga Anna, del restaurante Bamira, recientemente fallecida. Su marido y el hijo, dos personas excepcionales, asistieron al evento con la mejor de sus sonrisas, y con el agradecimiento sincero del que se siente arropado. Un almuerzo especial.
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