Hablemos de la mantequilla y el cine... y seguro que algún lector ya está pensando en 'El último tango en París'... Unos, para dejar de leer escandalizados y otros, para ver si nos metemos en el jardín de si la famosa escena entre Marlon Brando y Maria Schneider fue tal cual estaba en el guion o se trata de una violación filmada sin reparos por el director Bernardo Bertolucci.
Pero no, no vamos con eso. Hoy sí le toca a la mantequilla francesa pero con otro director menos amante de la polémica en la pantalla: François Truffaut.
Además de un par de películas memorables, le debemos una explicación que es de agradecer cuando se desayuna muerto de sueño y el menú se compone de tostadas (de las que se rompen con solo mirarlas), café (con o sin leche), mantequilla y, como mucho, un zumo.
Un desayuno modesto pero que, con buena compañía, sabe mejor. Y en 'Besos robados', película de 1968, Truffaut compartió con todos el desayuno de sus protagonistas, una pareja de amantes encarnada por Jean Pierre Leaud y Claude Jade.
Leaud, convertido en la ficción en el Antoine Doinel de siempre en las películas de Truffaut, se va a comer la tostada con mantequilla pero no hay manera: la tostada acaba convertida en migajas en cuanto el cuchillo entra en contacto con ella.
Y ahí empieza el tutorial por parte de Jade. ¿Cómo se debe untar una tostada para que esta no muera en el intento? Pues se cogen dos tostadas a la vez y se colocan una sobre la otra, untando la de arriba, de manera que la de abajo hace de soporte y amortigua el impacto del cuchillo, evitando así que se fracture la primera. Y con esta tontería, Truffaut regala al espectador una secuencia tan simple y bobalicona como encantadora.
Para el diván del psicoanalista queda lo del director francés y la mantequilla. En una de sus películas más famosas, de esas que todo cinéfilo ve siete veces setenta, 'La noche americana', la protagonista, encarnada por Jacqueline Bisset, tiene un ataque de ansiedad y lo que pide para superar el trance es mantequilla casera. ¿Cómo se resuelve el entuerto? Pues la engañan: sus ayudantes compran mantequilla industrial, la colocan en una fuente, la moldean para que parezca artesanal y ¡voilà! Otra tontería, pero con la Bisset y Leaud en pantalla pues no lo parece. Así, a fin de cuentas, fue en gran medida el cine de Truffaut: historias en apariencia sencillas que desprendían el encanto de la ingenuidad.
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