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Paloma Columba lauribora MHB
Cosas en otoño (y II)
Coma y... punto

Cosas en otoño (y II)

La caza comenzaba el primer domingo de agosto. Antiguamente, ya bien entrado el siglo XX, la fecha se llevaba al primero de noviembre, abriéndose la veda para todo bicho silvestre, incluida la pardela. Se abatían patos, ortegas, gagas, garzas y las hubaras o avutardas. Pero la Ecología se puso muy seria y las autoridades tuvieron que poner orden entre tanta pólvora y tanto perro

Mario Hernández Bueno

Sábado, 28 de diciembre 2024, 20:56

La otra culinaria prácticamente desaparecida es la de caza. Los cronistas no se detuvieron a anotar las actividades cinegéticas de aquellos felices aborígenes. Aunque, según el historiador Diego Cuscoy, abatían varias aves que moraban en los bosques. Muy probablemente la taz, perdiz en lengua aborigen. No había conejos. Los primeros fueron introducidos por el conquistador Fernández de Lugo convirtiéndose parte de ellos en montaraces y prosperando en poco tiempo de forma a veces alarmante. A partir de aquí comienza en las Islas una actividad cinegética, bien como recurso alimentario, bien como deporte. Como fue el caso de el Conde de La Gomera, Hernán Peraza, que soltó ciervos en los bosques para cazar, para sentirse un verdadero señor feudal.

Las modalidades de caza, ya sea para conejo o aves, fueron, y son, las armas de fuego, los perros y el hurón, enemigo natural del conejo. Ese temible carnívoro, de pequeño tamaño, se hizo imprescindible debido a la configuración volcánica de las Islas. Suerte de caza que aun tiene algún seguidor y que contó con grandes especialistas. Cada vez menos, como ocurre con aquellas activas sociedades o clubes de cazadores.

Nada extraño resultaba ver a unos perros famélicos atados cerca de las casas campesinas. Eran galgos y perdigueros que descansaban de los duros entrenamientos o las largas jornadas de caza a los que se les sometían. Canarias contaba con una raza de caza autóctona reconocida internacionalmente: el podenco.

Escrito e ilustrado por dos grandes del XIX. Berthelot y Webb MHB

El antropólogo René Verneau, fundador del Museo Canario de Las Palmas de G.C., dejó escrito en el XIX que: «a pesar de no comer de la caza los grancanarios sienten pasión por ella. Se apoderan de los conejos de la misma forma que en Fuerteventura, o sea, con la ayuda de un galgo y de un palo. En la mayoría de las casa se encuentra un viejo fusil, todo desmembrado, con frecuencia arreglado por medio de un bramante, y con esta arma dan caza a las perdices, a las codornices y a las palomas. Estas últimas son más numerosas que las primeras. Se las ve arrojarse de golpe en bandadas, compuestas de varias centenares, sobre un campo, donde hacen estragos enormes. Es muy difícil engañarlas, el cazador canario se cubre con ramajes y avanza arrastrándose, cogiendo con una mano el fusil y con la otra una rama detrás de la que se oculta. Cuando se cree al alcance, planta la rama en el suelo y apunta a gusto. Otros se esconden detrás de un matorral y esperan horas enteras a que la caza se aproxime. Pero ¡de qué forma se ve recompensada su paciencia! De un solo tiro matan doce o quince palomas. Uno de mis arrendatarios mató veinticinco de un disparo. Les gusta más este deporte, por la razón que actualmente está prohibido».

Aunque no precisa las diferentes especies de palomas sabemos que en la Isla existían, al menos, tres: la rabiche o Columba junoniae, que tiene sus hábitats en los montes de laurisilva, especialmente en las islas occidentales. Es ave parca en reproducción, pone un solo huevo, y se ha convertido en una especie endémica. La Columba bollii, comúnmente conocida como paloma bolle o paloma turquesa, que tiene los mismos hábitats que la anterior y, en otros tiempos, como apuntó Verneau constituyó plaga. Hoy día los pesticidas para la agricultura y la caza han diezmado la especie hasta extremos alarmantes. En cuanto a palomas migratorias existe una muy apreciada que aparece por primavera y verano: la bravía, Columba livia, que se distribuye por toda Gran Canaria viéndose en diferentes parajes: barrancos, pinares y hasta en zonas de cultivo; anidando tanto en árboles como en palmeras y pequeños arbustos como el tarajal. Sólo pone dos huevos.

Paloma Rabiche, Paloma de Bolle, Paloma Bravía, Tórtola Común y Orteg MHB

Existen no pocas referencias sobre todo este asunto, que aparecen en los libros de viajeros. Por ejemplo, Le Maire, en su viaje en 1560, no ocultó su sorpresa por las cosas buenas del Archipiélago: «la Isla de Canarias (Gran Canaria) está muy surtida de animales de cuernos, de camellos, cabras, gallinas, ánades, pichones y perdices…». Sobre las perdices aunque subraya su menor calidad. Verneau anotó que Tirajana era la zona de más abundancia: «quizás en esta región es donde se encuentra la mayoría de esas ricas perdices rojas, tan comunes en todas las montañas de Gran Canaria».

La caza comenzaba el primer domingo de agosto. Antiguamente, ya bien entrado el siglo XX, la fecha se llevaba al primero de noviembre, abriéndose la veda para todo bicho silvestre, incluida la pardela. Se abatían patos, ortegas, gagas, garzas y las hubaras o avutardas. Pero la Ecología se puso muy seria y las autoridades tuvieron que poner orden entre tanta pólvora y tanto perro.

Un delicioso libro de un gran antropólogo MHB

Como en la Península, la «perdiz roja» ha sido la pieza de caza menor más perseguida. Aunque, tratándose de perdices, también enorgullece a cualquier cazador abatir la variedad moruna, Alectoris barbara. Ave asustadiza y perspicaz y también en peligro de desaparición. Por lo común, habita en los inmensos barrancos que surcan la Isla; en otros tiempos abundaba de manera sorprendente en el de Tazarte, voz aborigen que significa «lugar de las perdices». Se oculta en arbustos, como tabaibas, Euphorbia balsamífera, que, aparte de medicinal, su látex, ya seco, fue el jubiloso chicle de los niños de campo. Construyen su nido en la tierra y se alimentan de semillas e insectos. Estos últimos son los causantes indirectos de su exterminio: los pesticidas, como el temido malation y otros letales, envenenan las lagartas, (gusanos) que parasitan en las explotaciones agrarias, causando a su vez la muerte de gran número de aves. Unas llamadas beneficiosas, por su función cinegética, y otras como es el caso de los cuervos, gavilanes, aguilillas, halcones de Eleonor o peregrinos, guirres, aguiluchos, alcairones y otras rapaces que tanto alegraban el paisaje salvaje de la Isla. ¿Y qué les digo de la cocina cinegética? aquellos compuestos de paloma o perdiz o el gran Conejo al Salmorejo… Incluso los guisos de pardela. Pues, que ha corrido parejo con los desmanes ecológicos y no hay ya restorán que la ofrezca. El único plato que incluye caza hoy día, perdiz y paloma, es el Puchero de las 7 Carnes gracias a sus capítulos anuales. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Dicen.

Compuesto de perdiz MHB

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