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José L. Reina
Miércoles, 20 de febrero 2019, 16:33
Hay restaurante donde la crítica (positiva) es unánime, y la Ribera del Río Miño es uno de ellos. El servicio en sala es sencillamente magistral, el producto es de una calidad excepcional, y la oferta de vinos muy completa. Consolidado desde que se instaló en Olof Palme, cada día de trabajo es un pequeño homenaje a su creador, Rafael Pulido, fallecido el año pasado.
Carmelo Florido está consiguiendo cosas muy interesantes en su restaurante. Su particular visión de la cocina canaria no deja indiferente a nadie, y cada vez somos más los enamorados de su idea. El sello del chef está presente en todos los platos, como en las fabulosas carajacas que allí se comen, o en los sabrosos arroces. Un restaurante esencial en la capital.
Es el mejor japonés de la ciudad, y con toda probabilidad de la isla. Decano de la gastronomía japonesa en el país, el Fuji mantiene la misma excelencia que instauró el señor Sato en sus comienzos. Tradición, calidad y servicio lo convierten en una parada obligatoria para los apasionados de la cocina nipona.
Otro de los grandes de la capital. Combina a la perfección el servicio (magnífico) en sala con una brillante oferta de vinos, y por supuesto, una carne de gran nivel. Es un restaurante que tiene el encanto de los grandes clásicos, que sin serlo, ha sabido meterse de lleno en la agenda de numerosas personas que van allí a disfrutar, bien por trabajo o bien por placer, del célebre local.
Pocos restaurantes ofrecen productos de tanta calidad como este. Ya sea pescados, carnes, o platos de cuchara, en Pinín Etxea la excelencia está garantizada. Cuenta con una agradable terraza y un pequeño local. Las sugerencia de fuera de carta suelen ser la idóneas, aunque su carta, en conjunto, es fantástica.
Otro de los grandes clásicos. El Gambrinus es uno de los pesos pesados, y su lleno diario así lo demuestra. Imperial restaurante, de aire clásico, salones interiores elegantes, y una carta fabulosa. El servicio en sala es de los mejores que hay en la isla, y los platos son garantía de altos vuelos. Cuenta con una fantástica bodega, y siempre es una buena opción para quedar bien con cualquier persona.
Suele sorprender a todos sus comensales. Tiene una apuesta gastronómica única, y unos platos de una brillantez admirable. Allí el mismísimo Josep Roca quedó fascinado con el cochino negro y el vino Agala de Gran Canaria. Forma parte de uno de esos restaurantes que tienen marcado en rojo todos los amantes del buen comer, y que sin duda, no decepciona.
Sus impresionantes vistas al mar, sus arroces perfectamente elaborados, y sus pescados frescos, lo convierten en un referente de la ciudad. La Marinera es otro de los primeras espadas, y eso se nota. Allí se reúnen familias, grupos, empresarios, y cualquiera que quiera tener una velada especial. Por entorno, servicio y materia prima, es apuesta segura.
Este pequeño restaurante argentino ha sido una de las grandes sorpresas. Gerardo y Eduardo Moreno han convertido un local de muy pocas mesas en una parada obligada para los amantes de la carne. No he probado mejores empanadas argentinas que las que preparan allí, y la calidad del producto es sublime. Gran noticia la de esta apertura.
Es uno de los primeros restaurantes italianos de la avenida de Las Canteras, y el mantenerse en el tiempo es fruto del buen trabajo de los tres hermanos que lo crearon. Los ‘fratelli’ Mazzacane se enorgullecen de tener las mejores pizzas de la ciudad, además de sabrosos platos de pasta. Además, su terraza tiene unas magníficas vistas al mar.
Otra de las grandes sorpresas en el panorama gastronómico. Este restaurante marroquí ha sorprendido a propios y extraños gracias a su fantástica elaboración de los platos tradicionales marroquíes. Pastelas, cuscús, tajin, dulces árabes... Las opciones para adentrarse y disfrutar de una cocina tan valorada son enormes.
Para muchos, el mejor restaurante de Las Palmas de Gran Canaria. Muy solicitado, y muy valorado, el reputadísimo Deliciosa Marta cumple con las expectativas de manera solvente. Su apuesta es clara, y su resultado delicioso. Una interesantísima carta de vinos, un local muy acogedor, y unos platos de mucho nivel.
Los amantes de los platos de cuchara, (como es mi caso) encontrarán aquí un templo al que acudir de manera regular para saciar el antojo. Es uno de esos paraíso que se mantienen en primera línea gracias al respeto que tienen por cada plato. Aquí lo más difícil que encontraremos será una mesa libre, porque el placer va incluido en el precio.
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