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Lo ocurrido ayer en España tiene mucho del 'Gatopardo' de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Ya saben, que «todo cambie para que nada cambie». Cuando Pedro Sánchez decidió adelantar las elecciones tras el batacazo sufrido en las municipales y autonómicas del 28 de mayo sabía lo que hacía. Es verdad que no ha ganado las elecciones, pero sí le dan los números para poder gobernar con quienes han sido sus socios en la pasado legislatura: el independentismo.
El hipotético nuevo Gobierno de coalición entre el PSOE y Sumar obtiene 153 escaños, los mismos que ahora tenían los socialistas y Unidas Podemos. ¿Cómo llegar hasta la mayoría absoluta? Faltarían 23, que los podrían aportar Esquerra (7), EH Bildu (6), el PNV (5), el BNG (1) y JxCat (7), la formación del expresident Carles Puigdemont, que pasa a ser decisiva para la gobernabilidad de España. Es lo que Rubalcaba bautizó como Gobierno Frankenstein pero a la enésima potencia.
Puigdemont, si cumple lo dicho durante la campaña, no apoyará a ningún candidato porque España considera que no es su país y que todo lo que ocurre aquí le es ajeno. Pero ya se sabe que en política, decir una cosa un día y la contraria al siguiente se ha convertido en rutina. Es verdad que en segunda vuelta, Sánchez no necesita mayoría absoluta y le bastaría con una simple (más síes que noes). Es decir, que le serviría la abstención de los de Puigdemont siempre y cuando Esquerra votase sí. Pero llegados a este punto, una abstención vale exactamente lo mismo que un voto afirmativo. Si un partido tiene que decidir y decantarse por una u otra opción, una hipotética abstención tendrá el mismo coste que un 'sí'.
El problema, como casi siempre, es el peaje que los socios parlamentarios volverán a exigir a Pedro Sánchez para seguir en La Moncloa. Si se confirma lo dicho en la campaña electoral, Esquerra, que de nuevo hará 'ticket' en el Congreso con EH Bildu, pondrá encima de la mesa la convocatoria del referéndum de independencia. Además, hay que tener en cuenta el enorme desgaste que los de Oriol Junqueras están sufriendo por ser aliados de Sánchez en Madrid. Pasó en las recientes elecciones municipales y ha ocurrido ahora, perdiendo casi la mitad de sus escaños (pasan de 13 a 7). Así que no es descabellado pensar que eleven el listón de sus exigencias.
¿Entonces? O mucho cambian las cosas o la enorme división entre bloques derivaría en un bloqueo que conllevará la repetición electoral.
El bipartidismo ha sido, sin duda, uno de los grandes vencedores de la noche electoral. La llamada 'nueva política' hace algo menos de una década ha comenzado a ceder ante el poderío del PP y del PSOE, que incluso en sus peores momentos consiguieron aguantar ante el empuje de Ciudadanos y Podemos. El 'sorpasso' tanto derecha como a izquierda fue demasiado real, de ahí la relevancia de la suma de escaños sacados anoche por las dos principales formaciones del país.
Dicho esto y dado que suman un 75% de los 350 escaños del Congreso, ¿existe alguna mínima posibilidad de que ambos partidos se pongan de acuerdo para evitar la temida repetición electoral y reducir, a su vez, la relevancia de los extremos? Pues sobre el papel, no. Pero que exista no significa que se dé, al menos con Pedro Sánchez al frente del Partido Socialista. Y es que la enorme polarización de este último año está dejando heridas imposibles de cicatrizar.
Lo paradójico es que lo que políticamente es inconcebible, al menos de momento, sería el escenario más valorado por las instituciones comunitarias o los inversores internacionales. De hecho, que las dos principales formaciones de un país se sienten y se pongan de acuerdo en temas básicas, las llamadas cuestiones de Estado, es un escenario habitual en los países de la UE. El mejor ejemplo es el de Alemania, donde en los peores años de la Gran Recesión, conservadores y socialdemócratas formaron la denominada 'Grosse Koalition' (gran coalición). Y no durante una legislatura, sino en varias.
¿Podría darse el caso de que en España el PP y el PSOE gobernasen juntos? No. ¿Existe la posibilidad de que uno dejase gobernar al otro mediante la bautizada como 'abstención patriótica'? Sí, pero las posibilidades son remotas. El PSOE ya lo hizo en 2016 con Mariano Rajoy después de que el propio Sánchez, parapetado en su 'no es no' fuera apartado por los suyos. El problema es que el PP pudo hacer lo mismo con Sánchez en 2019 y se negó en redondo. Un error de Casado que pagará ahora Feijóo.
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